Matrícula de deshonor

Perdiendo el tipo

Cualquier grupo social que se precie se une alrededor de una mesa para engullir como obsesos

Entramos en una de las etapas del año en la que la ingesta constante de todo aquello que nos encontramos encima de una mesa, a veces, incluso debajo, llega a suponer entre 3 y 6 kilos de más antes de que finalice el mes de enero. Las fiestas navideñas son las fiestas del exceso, de la opulencia, la abundancia y de todos aquellos sinónimos que en esta ocasión nos darán quebraderos de cabeza para intentar mantener un buen tipín, según los patrones de conductas sociales, antes de que nos angustie el verano. La Navidad nos lo pone en bandeja y los que asumimos estas celebraciones, solemos ser facilones: cenas en familia, con amigos, con los compañeros del trabajo, del grupo de petanca, hasta con el coro de campanilleros. Cualquier grupo social que se precie se une alrededor de una mesa para engullir como obsesos hasta los típicos picos o roscos que normalmente se quedan en el cesto del pan. Las salidas son más frecuentes y se rompe el ritmo habitual que llevamos durante todo el año, acostumbrando a nuestro cuerpo, durante un mes, a un descontrol frenético en el que las típicas agujetas se pasan a las mandíbulas y el ardor se apodera de nuestro cuerpo. Todo esto sin contar con el acompañante más fiel en estas fechas: el alcohol, que combinamos entre fermentados y destilados hasta agotar las reservas de cualquier bar o restaurante, acabando hasta con el agua de los floreros, sin dejar que nuestro cuerpo descanse entre uno y otro atracón, y claro, es normal que nuestro cuerpo se resienta y nos encontremos pesados, con digestiones molestas y con la típica resaca, que se suele mantener hasta pasar el día de Reyes. A todas estas incontroladas y copiosas comidas, les siguen sobremesas largas, de puro y copa - y lo que surja- que se solapan con las meriendas y las cenas, creándose en muchos casos un bucle alimenticio inagotable e imparable, "hasta que el cuerpo aguante y más allá". Según datos, ingerimos entre un 30% ó 50% más de lo habitual y dejamos de movernos, casi en los mismos porcentajes, por lo que nuestro botón del pantalón hará su función más molesta en pocos días y será nuestro pepito grillo, al que olvidaremos hasta pasado el 7 de enero. No seré yo quien aconseje cualquier tipo de control, hasta ahí podíamos llegar, eso sí, no olviden nunca un buen protector de estómago. Que ustedes lo disfruten.

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