Matrícula de deshonor

Una llamada a tiempo

Estas adicciones alrededor de los móviles son relativamente recientes y no existe un diagnóstico oficial al respecto

Nuestra raza suele ser de las más complicadas en el paradigma animal; tendemos a repetir los mismos esquemas una y otra vez, llegando a gastar a golpes las piedras antes que cambiar de rumbo. Da igual que la información, formación, prevención, etc., esté al orden del día si dicha situación no me afecta in situ, no existe o le ocurre a otros. Esta es la actitud generalizada que observo en muchos de los problemas que me cuentan en mi despacho, y que comenzaron siendo una dificultad, que podrían haberse orientado con ciertas pautas a seguir, y que por dejadez, acaban complicándose, dando lugar a patología más graves. Uno de esos “no van conmigo” es el uso de las nuevas tecnologías, que comienzan a modificar nuestra forma de comportarnos, de actuar, de relacionarnos incluso. Está condicionando nuestra manera de entender la sociedad en la que vivimos, tanto a nivel individual, familiar o social. Hablamos de estar conformando una nueva estructura alrededor de estas nuevas tecnologías, que avanzan mucho más rápido que nuestra capacidad de adaptarnos a ella. Los móviles, esos pequeños aparatos que se han convertido en una extensión más de nuestro propio cuerpo, son el contacto directo con estos diferentes formatos de intercomunicación: una gran ventana que nos lleva a múltiples dimensiones con desconocidos modelos relacionales en los que deberíamos ser cautos, dada la ‘irrealidad real’ que nos proporciona. Ya desde 2010, en pleno apogeo de estos modernos terminales y su conexión la red, los datos de profesionales que se obtenían ante su ausencia eran alarmantes: robos, roturas o pérdidas creaban un vacio impropio que generaba y genera angustia, sentimiento de soledad y estrés. Estas adicciones alrededor de los móviles son relativamente recientes y no existe un diagnóstico oficial al respecto, pero sin embargo, llevamos años siendo advertidos por expertos: brotes de agresividad, depresión, inquietud, etc., que se asemejan al consumo de sustancias adictivas. Para los adolescentes, los smartphone se han convertido en una herramienta fundamental para su desarrollo social y personal, siendo no sólo un instrumento de contacto y comunicación necesario, sino también un recurso fácil para recibir información, que obtienen mucho antes de lo preciso, y no siempre, de la forma más adecuada. Por todo ello, el uso racional del móvil es la mejor arma para paliar los posibles efectos adversos que nos podemos encontrar en un futuro, que ya se ha vuelto presente, y del que llevamos conociendo hace más de una década. En la actualidad, miles de adolescentes son tratados por este mal uso, del que no tomamos conciencia, hasta no ver la piedra, sin que se pueda evitar.

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