Matrícula de deshonor

¡¡Miénteme, político, miénteme!!

Son estos momentos de crisis en los que los políticos deberían mostrar esas cualidades que implica el voto, donde la honestidad debería estar por encima de todo

Uno de los pilares fundamentales en el que se debe cimentar un político para el desarrollo de su actividad es la honestidad, un valor que brilla por su ausencia y que en estos últimos años se ha convertido en una lacra, ganándose a pulso el odio de toda la sociedad. Se ha mentido tanto que lo hemos naturalizado, llegando a ver tal deshonrosa actitud como parte integrante de esta profesión en la que poco nos queda ya por ver y, particularmente, siento un total rechazo. “No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra”, Nietzsche.

Nuestra sociedad está falta de confianza, de personas a las que entregar nuestro futuro sin llevarnos las desagradables sorpresas que han marcado esta última etapa política en España. Hemos vivido tanta “aranería”que no sabemos a quién creer ni qué creer de todo aquello que nos cuentan. La política va en decadencia en este aspecto y será difícil limpiar la imagen que actualmente tiene, donde el “tú más” se ha convertido en un mecanismo asiduo para poder defenderse de una realidad latente y constante; no hay día en el que no destaquen en los medios, sin que ya nos asombre. Lo sorprendente, es observar cómo mienten, con la facilidad que logran encajar las palabras sin que se inmuten, con la falta de pudor que muestran. Aún recuerdo en 2012 cómo el honesto Luis de Guindos afirmó con tal contundencia que el rescate bancario -antes llamado préstamo- no costaría “ni un euro” a los contribuyentes, hecho que reforzó Mariano Rajoy, a sabiendas de la controvertida situación, y que pocos llegamos a creer. Al final, serán 40.000 millones perdidos, que tendremos que apoquinar las familias españolas, a pesar de la falacia que nos vendieron.

Son estos momentos de crisis en los que nuestros políticos deberían mostrar esas cualidades que implica el voto, donde la honestidad debería estar por encima de todo y de todos, asumiendo la realidad y afrontando las consecuencias, pero de forma honesta. Está claro que lo importante es convencer a la sociedad, ganarse su papeleta, pero sin importar las formas. Han convertido la mentira en otro instrumento más para lograr sus objetivos, sin importarles que el tiempo pone a cada uno en su lugar, pero “que les quiten lo bailao”. Es triste observar tanta mezquindad en personas que nos representan y en las que está el destino de nuestra nación. “Una Mentira nunca vive hasta hacerse vieja”, Sófocles.

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