Matrícula de deshonor

Un triste final para Gabriel

España necesita implantar cambios en sus leyes que minimicen estos despiadados casos; 40 años de pena máxima no son suficientes para estos aberrantes asesinatos

Publicado: 12/03/2018 ·
13:48
· Actualizado: 12/03/2018 · 13:48
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Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Las redes sociales volvieron ayer a teñirse de rabia e indignación tras conocerse la triste noticia del pequeño Gabriel, descubierto en el maletero del coche de la pareja de su padre, a quien la Guardia Civil le hacía un seguimiento exhaustivo, dadas las sospechas que tenían por las dudas que suscitaba. Ana Julia, la supuesta asesina, según fuentes policiales, trasladaba al pequeño, ya inerte, en el maletero de su vehículo hacia algún otro lugar que lo alejara de ser objetivo de dudas. Las autoridades competentes, duchas en esta materia, no tardaron mucho en desmontar la trama, apresándola in fraganti, ante el dolor de los propios guardia civiles, que se derrumbaron ante el terrible impacto.

Andalucía vuelve a vivir el dolor tan cruel de la muerte de un niño, vuelve a vivir una trágica historia que empaña los cimientos de la naturaleza humana, yendo en contra de la propia evolución, volviendo a generar el miedo y ese terror innato que se implanta en los genes de cualquier padre desde el primer día. Gabriel, como ya ocurrió en otros desafortunados casos cercanos, y que vuelven a salir a la luz en estos días tras estos hechos, ha mantenido en vilo a todo un país, esperando que la búsqueda tuviese algún resultado positivo, a sabiendas de que las horas que pasaban, iban en detrimento de la vida. El final llegó en el peor de los casos: otra muerte de un pequeño a manos de su asesino/a, para lo que jamás habrá razones que podamos entender. Pero el pueblo no calla y cada vivencia de esta índole incrementa el odio y desprecio hacia dichos asesinos/as, generando emociones y sentimientos de desprecio, no sólo ante los hecho vividos, también hacía un sistema judicial poco eficaz y con posibles reincidencias, en el que las condenas para estos incomprensibles casos son temporales, casi en las mismas condiciones y privilegios que otros presos comunes. La privación de la libertad ya no es suficiente para paliar el dolor y los daños que estos criminales ocasionan, no sólo en los familiares más cercanos, también en la sociedad, que empatiza con facilidad, exigiendo mayores condenas y expresando con indignación que se endurezcan las consecuencias.

España necesita implantar cambios en sus leyes que minimicen estos despiadados casos; 40 años de pena máxima no son suficientes para estos aberrantes asesinatos que son tramados con clara conciencia, llegando incluso a involucrarse en el proceso de búsqueda para despistar a los investigadores, como ha ocurrido en este caso. No existen razones en este mundo que justifiquen el asesinato de un niño, uno de los crímenes más repudiados por la sociedad. Curiosamente, y según expresidiarios, se les teme más a la ‘ley de la cárcel’ que al sistema judicial que los condena: pederastas, violadores y asesinos de niños pasan por este sistema no escrito, del que el propio sistema los aísla para evitar consecuencias.

 

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