Su mirada es azul, su objetivo transparente y sus palabras son claras. Su visión de los horrores en Ruanda le valió ser el primer español en ganar un Pullitzer en el año 1995. Hace dos años decidió recorrer la misma Europa por la que miles de refugiados sirios ‘peregrinaban’ buscando una vida mejor. De todo lo que vivió de Grecia a Alemania nace ‘Buscando refugio para mis hijos’, muestra fotográfica que se podrá visitar en el Puerto de Málaga hasta el 27 de septiembre. Cuenta que cuando llegó a su punto de partida “no había ni policías” pero si muchos voluntarios. Ciudadanos de a pie que al ver la tremenda situación de las personas que pasaban cada día delante de sus casas comenzaron a actuar.
En alguna ocasión aislada fue increpado por fotografiar las desdichas “cuando muchos de los que ayudaban estaban ahí precisamente porque habían visto las fotos y sabían cuál era la situación gracias a ellas”. Por no hablar de las cuatro veces que fue detenido en Macedonia por mostrar lo que a las autoridades les inquietaba. En este punto de la conversación, se abre una reflexión sobre los límites o no a la hora de publicar imágenes, un debate que se recrudeció tras los atentados de Barcelona: “No soy partidario de no enseñar lo que pasa: es mi profesión y sé cuáles son los efectos buenos de ver unas fotografías que te cuenten una historia, la cuestión es cómo las hagas: una foto, por ejemplo, de una persona destrozada en las Ramblas cuando ni su familia sabe lo que ha pasado, no aporta. Pero siempre nos preocupan estas cosas cuando son ‘los nuestros’, cuando es en África o en Siria ese papel de fumar es tan fino que no se puede aplicar. Desde luego no es buscar ni el sensacionalismo ni lo escabroso sino informar y el ángulo desde el que hagas las fotos varía mucho la cosa”.
Le preocupa la poca voluntad que los países, incluido España, muestran tras el compromiso adquirido de recibir a los refugiados y “la expansión del mensaje xenófobo” que se da en Europa amparándose en esta problemática. “No podemos olvidar casos como ‘La desbandá’ de Málaga, que era lo mismo: personas que huían de un bombardeo. Si a estos españoles no los hubieran acogido en México u otros países… Encima si se repite el mensaje de criminalizar a refugiados que huyen tachándolos de terroristas, como decía Goebels: una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Fue el promotor del Manifiesto Periodismo y Derechos Humanos pero para él la cuestión no es qué se pude hacer a través de la profesión sino “qué clase de profesión queremos, y desde donde informamos, y sobre qué y cómo”. “Los periodistas nos debemos a los ciudadanos, nuestros objeto son los ciudadanos no a los poderes económicos y políticos. Los medios tienen que ganar dinero porque si no nadie come, está claro, pero una cosa es un honrado carnicero que vende su carne y otra es vender carne podrida a los ciudadanos”, apunta. Añade que es también fundamental el punto de vista del que cuenta las historias y “a quién sacamos en las fotografías, que siempre son los mismos”. No es lo mismo sacar una fotografía que ilustre que han muerto 25 niños por volcar una patera en la costa de Fuerteventura que entrar en las casas de esos menores a conocer sus nombres, sus familias, sus circunstancias y la vida que perdieron. Con ese espíritu nació Periodismo Humano, , un periódico digital que muestra negro sobre blanco las realidades de ‘los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata’, como reza en esos versos de Eduardo Galeano que entusiasman a Bauluz. “Algo quenos explique más allá de unas cifras de víctimas y cuántos años tenían, eso es para nosotros hacer periodismo desde los Derechos Humanos”,culmina.
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