El jardín de Bomarzo

Con escaso presupuesto

Del Estado, de la Junta no hace mucho, diputaciones, ayuntamientos; no se recuerda que antes se hablase tanto de ellos

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"La fuerza del gobernante no es en realidad más que la fuerza de los que lo dejan gobernar". Guillaume T. Raynal.

Presupuestos. Del Estado, de la Junta no hace mucho, diputaciones, ayuntamientos; no se recuerda que antes se hablase tanto de ellos a pesar de ser un tema que, sinceramente, al pueblo de a pie le suena a chino mandarín. Bien mirado, el trasfondo no son los ingresos y gastos que se prevén o no sino cómo se enmarcan dentro de un nuevo escenario político creado por los electores con sus votos. Cuando se gobierna con mayoría absoluta la aprobación de los presupuestos no es más que un puro trámite, no hay necesidad de consensuar nada, se da por hecho la crítica de la oposición y su negativa en la sesión plenaria bajo la seguridad de la mayoría de votos. Pero cuando éstos faltan el presupuesto es la mejor herramienta para bloquear la gestión o para, a cambio del apoyo, sacar tajada. Es lo que en estos días estamos viendo, se avanza un no sin justificar demasiado por qué ante la seguridad de que el ciudadano no entra demasiado en tan compleja materia; quizás no entraba en los planes del elector que este nuevo tiempo sin mayorías y de consensos derivara, en parte, en mercadeo partidista.

Presupuestos municipales. Es muy escaso el margen que tienen los gobiernos municipales para plasmar sus políticas en los presupuestos  anuales. De entrada, la mayoría de los ayuntamientos están sujetos a severos planes de ajuste y, lo que es peor, su cumplimiento es controlado por el gobierno central. Desde los famosos planes de pago a los proveedores vía prestamos ICO, el ministerio de Montoro consiguió  lo que en Madrid llevaban años intentando y es controlar a los municipios, intervenirlos e, incluso, limitar su autonomía. La idea fue redonda, facilitaron a los ayuntamientos ponerse al día con sus acreedores -a los que en muchos casos salvaron la vida-, dar negocio a los bancos con los préstamos y someter a los ayuntamientos al control estatal financiero y presupuestario. Esto supone que los presupuestos de los próximos 25 años están definidos desde 2013, o al menos con muy poco margen de maniobra para incluir cambios. Bajo esta premisa de cuantías de gastos ya limitadas y debiendo aplicar porcentajes de reducción en cada año, los gobiernos municipales no pueden plantearse subir gastos o inversiones salvo con nuevos ingresos que los financien. Además, a la hora de cuantificar los gastos, todos los contratos que estén vigentes suman, sin que se puedan reducir estos costes que son cuasi fijos. Lo mismo ocurre con los gastos de personal, el margen de nuevas reducciones es pequeño tras las duras bajadas salariales de años anteriores y, además, los empleados municipales cada vez soportan con menos resignación una década de congelaciones y reducciones de sueldos, lo que influye negativamente en el funcionamiento de la maquinaria burocrática y en la prestación de los servicios públicos. Todos saben que con plantilla molesta la gestión se paraliza. Tras el listado de todos los gastos de personal, más los comprometidos por los diversos contratos y aplicando la reducción correspondiente del plan de ajuste, ¿qué queda  para poder gastar en las políticas del gobierno municipal y en las que exijan los partidos socios de investidura?. Casi nada. Esta es la causa por la que si comparamos los presupuestos de los últimos años de un mismo ayuntamiento con distintos gobiernos municipales poca diferencia se encuentra, son casi calcados en sus programas y políticas presupuestarias. La única, que son cada año más escasos por pura necesidad. No hay margen para cambios. En tiempos de bonanza donde a los partidos se les votaba por programas electorales basados en promesas de aumentos de gasto en todos los ámbitos sociales, los presupuestos eran expansivos y, pese a ello, los partidos de la oposición  criticaban que aún los gastos eran insuficientes. Era la estrategia electoral de dos huevos duros más respecto a los gastos y de prometidas bajadas de impuestos respecto a los ingresos. Ahora las críticas giran alrededor de los incumplimientos del plan de ajuste, del aumento del déficit y de la deuda, aunque aún queden discursos populistas que pretenden captar a los ciudadanos con recetas mágicas o, también, discursos teñidos de demagogia pasada de moda que los ciudadanos, sensatos, no engullen porque saben que bajando ingresos y subiendo gastos no hay forma posible de evitar déficit. Matemáticas.

En Jerez. ¿Alguien consiguió enterarse de los motivos que justificaban el no a los presupuestos presentados por el gobierno local? El no del PP es de estrategia e incluso dentro algunos defendían una abstención como muestra de responsabilidad ante el hecho, no hay que olvidarlo, de haber sido la fuerza más votada, aunque su negativa final entra dentro de esa lógica que en política dice al enemigo ni agua. Lo de Ganemos resultaba más complicado de asimilar. En septiembre se felicitaban de que ese presupuesto llevaba su sello y en noviembre defendían el no porque la alcaldesa Mamen Sánchez no dimitía; por lo tanto, de haber dimitido Ganemos hubiera apoyado el presupuesto en el primer pleno. O lo que es lo mismo, utilizaban el no como herramienta de presión para conseguir la dimisión de Sánchez. El presupuesto les valía, pero la alcaldesa no. Para expulsar a los alcaldes está la moción de censura, no la oposición a los presupuestos. Al final, las consecuencias negativas para el ayuntamiento y, por ende, para la ciudad, quedaban relegadas pero no porque el presupuesto fuera perjudicial para Jerez, sino como táctica de presión política mal justificada. El resultado: necesaria y previsible marcha atrás de Ganemos, que veía como hasta sus más fieles no terminaban de entender la persistencia en la fallida jugada. El gobierno municipal ha trasladado, al menos a una parte de la ciudadanía, la importancia del presupuesto, el hecho de que es algo serio y sobre el cual no se deben admitir juegos partidistas de quienes pretenden, aquí o allá, paralizar la vida pública como estrategia de presión para conseguir lo que no les ha dado la urna. 

Impuestos. El propio Estado está actualmente inmerso en cuadrar sus cuentas porque Bruselas exige al Gobierno reducir el déficit público para cumplir el objetivo de estabilidad, ante lo cual una batería de medidas tributarias afectarán a alcohol, tabaco y bebidas azucaradas. Subir los impuestos otra vez y nada se plantea sobre reducir gastos, por ejemplo en el caro organigrama que soporta la administración pública nacional. La subida a alcoholes no afectará ni a la cerveza ni, sobre todo, al vino, al que solo faltaría una gravamen tributario extra justo en el momento de auge que actualmente vive. Por lo tanto, y como conclusión final, hay que consumir menos coca cola azucarada, que debe ser malísima para la salud, y más fino o manzanilla de la tierra; amontillados, palos cortados, olorosos, en copas de cristal fino y a temperatura exacta, calmadamente olfateados, gustosos en boca, maridados con alguna vianda rica, un placer que en cualquier barra de la santa tierra nuestra se obtiene aún padeciendo de escaso presupuesto.

Bomarzo

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