Lo que queda del día

Aliados para la causa

“Todo aquello en lo que se mete la política, acaba mal”. Tal vez porque lo que necesitamos de ella es un aliado para cada causa, no un líder para la causa

El futuro de la Carrera Oficial de la Semana Santa de Jerez se ha convertido en un debate enconado, casi sin salida. La misma mesa de seguridad que el martes daba ya por hecha la viabilidad de la propuesta defendida, decidía este viernes postergar su aprobación definitiva, ¿tal vez a la espera de que se calmen los ánimos y los memes?

Creo que se equivocan los que insisten en poner en entredicho la seguridad del trazado, puesto que las máximas autoridades en la materia apenas han puesto impedimentos al respecto. No es una cuestión de seguridad, de acuerdo, pero sí de infradimensión para con la Semana Santa y, por supuesto, para con Jerez y sus miles de visitantes, al privarles, a priori, de recorridos y posibilidades desde los que asistir a la representación de la Pasión, por muy bonitas que queden las infografías de la plaza del Banco. 

El debate, que debía haberse ceñido desde un primer momento al ámbito exclusivo de las cofradías, se ha convertido en una cuestión pública desde que se le ha dado prioridad a la intervención municipal en busca de un garante que ahora cae con el mismo peso con el que lo hace la vivienda que empieza a construirse por el techo, y presa asimismo de los antecedentes que fueron propiciando las diferentes modificaciones de la Carrera Oficial original. “Todo aquello en lo que se mete la política, acaba mal”, concluía esta semana un compañero, tras citar sucesivos ejemplos que se remontaban a los años de las primeras mayorías absolutas en Jerez.

Ese reduccionismo viral, que se alimenta del descreimiento colectivo hacia la política por culpa de quienes la practican con más descuido e interesada voracidad o, simplemente, por quienes hacen uso de un calculado protagonismo para encubrir un necesario control de la situación, puede resultar desproporcionado, injusto incluso para quienes defienden su honestidad y compromiso en el ejercicio de la práctica política y en la búsqueda del bien común, pero no cabe duda de que no es el único ejemplo.

Esta semana recordaba Antonio de María, presidente de Horeca, lo ocurrido hace unos años a causa de la pérdida de influencia del aeropuerto de Jerez, traducida en un descenso de pasajeros y de vuelos operados desde La Parra. La solución aportada desde el ámbito político fue la creación de una mesa del aeropuerto -una “mesa” más: “con tantas mesas parece que lo que vamos a montar es un cátering”, apostillaba entonces González Cabaña; hoy podría decir lo mismo-.

Dicha mesa contó con la participación de administraciones, partidos, el sector turístico y la presidencia de la Diputación (PP), y rivalizaba asimismo con otra de similares características impulsada por la Consejería de Turismo (PSOE). “No hace falta una mesa del aeropuerto para que venga más gente. Eso fue una deriva política que no sirvió para nada”, expuso De María sin tapujos, esfumada ya aquella iniciativa con el cambio de gobierno provincial.

No llegó a decir que “todo aquello en lo que se mete la política, acaba mal”, pero su análisis sí remite a lo que ciudadanos, colectivos y sectores económicos precisan en este momento de la política: un aliado para cada causa, no un líder de la causa por sí mismo.

Podemos tomar como ejemplo la situación del propio sector turístico. La provincia ha cerrado la temporada veraniega en torno al millón de visitantes; ha crecido el gasto por turista, también el turismo de interior, y el número de extranjeros. No ha salido una queja, un lamento o una decepción de parte de los principales representantes de la industria: cunde la satisfacción generalizada. No obstante, van a precisar del papel como aliado de las instituciones y administraciones públicas para lograr su apoyo en reivindicaciones que van en beneficio del bien común del sector y, por supuesto, del empleo, caso de la ampliación de la regulación de las viviendas de uso turístico y de las restricciones aplicadas a las terrazas de verano.

Dudo que batallen solos, y ésa puede ser la mejor señal de cara a normalizar una visión de la política que sigue contaminada por los excesos de un pasado aún muy reciente.

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