Lo que queda del día

Los debates de la calle

Es más fácil que la población se movilice por el cambio de un día festivo o por el de la Carrera Oficial, que por reivindicar mejores oportunidades laborales

  • Detalle del plano con la propuesta de carrera oficial -

Actualmente, Jerez es el tercer gran municipio de España con la tasa de paro más alta del país: 32,13% -llegó al 40% en 2013-. Lo es, por supuesto, el que tiene la tasa de paro más alta de Andalucía, con casi 28.000 demandantes de empleo el pasado mes de agosto. Basta comparar el dato con las cifras de hace once años, poco antes del estallido de la burbuja inmobiliaria -20% de tasa con 17.000 parados-, para entender la trascendencia del problema, pese a que la paz social de la que disfruta la ciudad desde hace unos tres años parezca contradecir a los propios datos económicos. Invito a que un estudio teorice al respecto, aunque lo más probable es que se ruborice cuando comprenda que es más fácil que la población se movilice por el cambio de un día festivo -con la Iglesia hemos topado- o por el de la Carrera Oficial, que por reivindicar mayores y mejores oportunidades laborales, más allá de las auténticas causas, que las hay, las conocemos y las callamos.  

La coartada surgió el día en que la alcaldesa decidió dejar de asistir a la misa en honor de la Patrona y de participar en el cortejo procesional. Desde entonces, para una parte, éste es un gobierno bajo sospecha. Ya lo fue el PSOE en campaña, cuando algunos de sus representantes criticaron que el PP dedicara fondos de la venta del agua a la rehabilitación de varios templos de la ciudad, pero el gesto hacia la Merced terminó por marcar ciertas distancias, aunque también habrá quien prefiera a un gobernante fiel a sus principios, que a otro sin reparos por salir en la foto, e incluso tal vez debiera ser así.

Al contrario que en Cádiz, donde Pablo Iglesias pidió explicaciones a su alcalde antes de darle la bendición por la concesión de la medalla de la ciudad a un “ser inanimado” como la Virgen del Rosario, en Jerez no son necesarias las ideologías para entender o discernir sobre el arraigo de las tradiciones, ni para asumir la trascendencia devocional hacia el culto, y mucho menos para admitir la inabarcable dimensión de cuanto queda vinculado a la Semana Santa y sus hermandades. Pese a ello, al gobierno de Mamen Sánchez aún le cuesta sacudirse las susceptibilidades y las suspicacias que despierta en este tipo de cuestiones.

Lo ha comprobado este pasado agosto con la desafortunada divulgación de un comunicado erróneo en el que se aludía a la eliminación del día festivo de la Merced en favor del lunes de Feria. En apenas unas horas, y pese al desmentido oficial, tenía en su contra una recogida de firmas y la convocatoria de una movilización que a día de hoy se sigue promocionando a través de las redes sociales. Y puede ocurrirle lo mismo con la cuestión de la Carrera Oficial, por mucho que cuente, que se sepa, con el respaldo de una parte de la junta de la Unión de Hermandades.

La Carrera Oficial ya ha estado ligada durante los últimos años a una polémica que entiendo tan inútil como interesada: palcos sí, palcos no. De hecho, el debate que acaba de iniciarse no tiene nada que ver con los palcos, sino con el trazado, aunque en los dos casos remitan a una misma cuestión: la necesidad de disfrutar de la Semana Santa, salvo por el hecho de que en el primer caso los palcos son una excusa, ya que hay muchísimas calles desde las que sentir y vivir la cercanía de las imágenes y los cortejos, y en el segundo pueden estar restringiendo esta opción, desde el momento en que afectará directamente a los itinerarios de muchas cofradías.

Entiendo la preocupación que la disposición de los palcos en Cristina causa al Gobierno local, y quiero entender que la connivencia por llevar el inicio de la Carrera Oficial a Tornería pueda en el haber de una junta dispuesta a dejar constancia de su sello -si es eso-, pero como espectador de la Semana Santa, sin palco ni silla -ni falta que me hace-, los indicios de la propuesta parecen ir en contra de la dimensión de la propia representación de la Pasión -dejemos aún a un lado las cuestiones relativas a la seguridad-.

Si se reducen itinerarios, lo harán también las opciones desde las que contemplar un acontecimiento memorable, fascinante incluso para quien no comparte el credo, y que en muchas calles y rincones de ese Jerez sin sillas ni palcos adquiere un significado distinto, único, auténtico y del que no se debería privar al público, que lo es.

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