Lo que queda del día

Adioses prematuros

La muerte no solo es inevitable, es inevitablemente impredecible. Lo primero lo asumimos, pero nunca estamos realmente preparados para lo segundo

  • Todas las generaciones se rinden ante el campeón. -

La bailarina y coreógrafa norteamericana Isadora Duncan está considerada como la creadora de la danza moderna. Este próximo mes de septiembre se cumplen 90 años de su prematuro fallecimiento: viajaba en un vehículo descapotable y el largo pañuelo de seda que llevaba anudado al cuello fue impulsado por el viento hasta una de las ruedas traseras, donde terminó enrollado hasta estrangularla.

En febrero de 1959, una de las incipientes estrellas del rock, Buddy Holly, recorría Estados Unidos junto a varios grupos y artistas con la gira The winter dance party. Los desplazamientos en autobús eran tan largos e incómodos que Holly pidió que contrataran una avioneta para que su grupo se desplazara desde Mason City (Iowa) a Fargo (Dakota del Norte) tras el concierto en Crear Lake. Sin embargo, sólo él se subió al avión; sus otros dos compañeros terminaron por ceder sus asientos a Big Bopper, que tenía fiebre, y a Ritchie Valens -el autor de La Bamba-, que lo logró tras ganar una apuesta. Poco después del despegue, y en medio de una gran nevada, la avioneta se estrelló y todos perdieron la vida: “the day the music died”, que entonaba Don McLean en American Pie.

Sharon Tate era una de las grandes promesas de Hollywood a mediados de los sesenta tras triunfar en el mundo de la moda. El 9 de agosto de 1969, y a dos semanas de dar a luz, aguardaba el regreso de su marido, Roman Polanski, que se encontraba en Londres promocionando La semilla del diablo; sin embargo, tuvo que retrasar la vuelta, con lo que aquella noche salió a cenar con unos amigos. De regreso a casa fue asaltada en su vivienda de Los Ángeles por los seguidores de una secta: la asesinaron brutalmente asestándole 16 puñaladas.  

Chris Kyle se convirtió en el francotirador más letal de la historia militar estadounidense; de hecho, durante la pasada guerra de Irak, los iraquíes le apodaron como “El demonio de Ramadi” y sus compañeros como La Leyenda. A su regreso en 2008, tras cinco años de combate, recibió dos estrellas de bronce y tres estrellas de plata, aunque decidió abandonar los SEAL y emprender su propia empresa de seguridad privada. En febrero de 2013 accedió a encontrarse con un exmarine para ayudarle a superar los traumas que arrastraba tras su experiencia en Irak y lo acompañó a un campo de tiro, animándole a probar lo relajante y terapéutico que era disparar sin la tensión de una contienda; sin embargo, en cuanto tuvo un arma en sus manos abrió fuego contra el propio Kyle, al que asesinó a quemarropa de seis disparos.

La muerte no solo es inevitable, sino inevitablemente impredecible. Lo primero lo asumimos, pero nunca estamos realmente preparados para lo segundo, y mucho menos para las  malévolas circuntancias que acompañan su determinación, para el cúmulo de funestas casualidades que la empujan a manifestarse, y que en el caso de muchas celebridades se convierten en una sobredosis de consternación compartida.

El nombre de Ángel Nieto se ha sumado esta semana al de esas otras muertes prematuras para las que pasado el tiempo, una vez superado el duelo y la conmemoración, no se encuentran suficientes explicaciones de consuelo: Isadora Duncan sólo pretendía deslumbrar y seducir al joven que conducía el descapotable; Buddy Holly se burló de uno de los compañeros que se quedaba en tierra y éste le replicó que tuviera cuidado de no estrellarse por elegir una avioneta en plena tormenta en vez de los asientos congelados de un autobús; el caso de Sharon Tate parecía inspirado en el personaje de Rosemary de La semilla del diablo; y Chris Kyle, capaz de abatir a enemigos a más de dos mil metros de distancia con su rifle, encontró la muerte cerca de su casa y a manos de un perturbado.

Ángel Nieto permanecerá por siempre, como campeón, como pionero, como ejemplo dentro y fuera de las pistas, y el reconocimiento hacia su figura irá siempre más allá de la propia admiración, porque se le deberá por sus éxitos y por su compromiso con el mundo del motor, como demostró en el caso de Jerez. Lo demás: el quad, el ceda el paso, la imprudencia de un conductor, la desgracia de la caída... significarán una vez más la crueldad intolerable de las despedidas incompletas.

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