Lo que queda del día

Motivaciones para un ‘no puente’

Pese a los días festivos, parece que no se ha hundido el país: tampoco lo hizo después de permanecer todo un año sin gobierno, que era mucho más grave

Dicen que siempre que llega una semana con tantos festivos de por medio se registra un descenso generalizado de la productividad. El trabajador rinde menos porque no encuentra el ritmo y carece de motivaciones pensando en el no puente. Si esto fuera un informativo de Antena 3, ahora saldría un psicólogo explicando las causas exactas del desapego emocional hacia el trabajo y una pequeña encuesta entre transeúntes por la Puerta del Sol para que cada uno diera su opinión al respecto. Todo muy naíf, como muchas de las noticias que rellenan los telediarios para hacerlos más entretenidos, pero también más chorras, aunque sea a costa de un nuevo síndrome que cargar sobre nuestras espaldas. Pese a todo, parece que no se ha hundido el país: tampoco lo hizo después de permanecer todo un año sin gobierno, que era mucho más grave.

Si nos atenemos a los titulares de la última semana, aquí lo único que se hunde es la Educación. No hay más que ver al ministro del ramo y a los consejeros de la Junta achicando aguas: el primero vende como mejora de resultados la distancia reducida con respecto a los países con mejor nota, pero sin aludir a que es por demérito de los alumnos extranjeros, no por mérito de los nuestros; y los segundos achacan el suspenso a la falta de rigor de las encuestas realizadas en Andalucía y a la Lomce. ¿No era ésta la generación más preparada de la historia? Sin duda lo es, pero tampoco parece que vaya a ser suficiente; al menos para acercarnos al nivel de los finlandeses o, en todo caso, para repartir culpas, que es a lo que se dedican los que no paran de elogiar a esa misma generación, la mejor preparada de nuestra historia.

Hay un aspecto, no obstante, que me parece reseñable y sobre el que teorizaba esta semana en un artículo Vicente Lozano: “Las regiones con peores calificaciones en PISA coindicen con las que el paro es más alto.El gran fracaso de la enseñanza en España no es que estemos más o menos abajo en las clasificaciones internacionales. El gran fracaso es que, hoy, la tasa de paro de los menores de 20 años es del 54% y la de los españoles entre 20 y 24 años es del 39%. Es decir, existe una grave brecha entre el sistema educativo español y el modelo productivo que es imprescindible reparar. Porque cuando las expectativas para encontrar un empleo al finalizar la etapa escolar son tan escasas, es lógico que cunda el desánimo entre los estudiantes y aumente el abandono de las aulas. Si la escuela no te prepara para el mundo laboral, ¿para qué sirve estudiar?”.

Sospecho que la pregunta es para nota: mejor achicar aguas, aunque ellos sólo lo hagan en sentido figurado. Para hacerlo en sentido literal no hemos tenido que ir muy lejos para presenciarlo. En el Campo de Gibraltar mismo descargó un temporal de lluvia descomunal, de esos que terminamos por llamar “históricos” con la esperanza de que no vuelvan a repetirse en muchas décadas.

Ahora se cumplen dos exactamente desde aquellas lluvias que provocaron las crecidas del Guadalete, inundaron toda la zona rural desde Arcos hasta Jerez y dejaron incomunicados a los vecinos de barriadas enteras y diseminados. Entonces, como ahora, se multiplicaron los esfuerzos, la solidaridad y, también, las críticas, como si en ellas se hallara el desahogo necesario frente a una verdad manifiesta: cuando la naturaleza decide abrirse paso no hay forma de dominarla.

Sólo cabe esperar que tarden menos años en solucionar los problemas de evacuación en La Línea que los necesarios para afrontar la limpieza y el encauzamiento del Guadalete, donde todavía se vivieron más inviernos de riadas a la espera de una solución -ya efectiva- que no ha evitado cierta psicosis en cuanto caen tres gotas más de la cuenta.

Con las inundaciones ya teníamos experiencia, con los casos de niños con enfermedades desconocidas también. Hemos ayudado a sus padres, hemos seguido la evolución de los pequeños, nos han devuelto su cariño y su agradecimiento. Sólo espero que el caso del padre de Nadia no condene las opciones de otros muchos inocentes que no hacen más que desvivirse por darle los cuidados necesarios a sus hijos e, inevitablemente, a través de la solidaridad de muchos otros.

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