A lo largo del día de ayer pude leer varios mensajes a través de las redes sociales en los que se criticaba -se “denunciaba”- que el Ayuntamiento rescatase del olvido y el abandono el busto de José María Pemán colocándolo en el Teatro Villamarta. A lo mejor lo que había que criticar es que ese busto haya permanecido perdido tantos años; pero no, la cuestión, no era ésa, sino que se trataba de un “reconocido escritor franquista” y que además se había elegido el 6 de diciembre para el acto institucional. Puedo estar de acuerdo en lo de la fecha -podrían haberla hecho coincidir con la de su nacimiento, por ejemplo-, pero dudo que la restitución del busto tenga que ver con su ideología, sino con la trascendencia de su obra literaria.
Un viejo amigo comunista, de los que corría delante de los grises y participaba desde la clandestinidad en movimientos culturales de la capital a principios de los setenta, me reconoció en más de una ocasión este tipo de inevitables contradicciones poniéndome, además, el caso de Pemán: “Mira que era facha, pero qué bien escribía el... Daba gusto leerlo aunque estuvieras a años luz de sus ideas y de sus relaciones”.
Por desgracia, esas contradicciones insuperables se han convertido en complejos para quienes entienden la ideología desde el estereotipo. Los mismos que, supongo, a partir de ahora apagarán el televisor cada vez que emitan Bienvenido Mr.Marshall, en cuyo guión definitivo participó un reconocido falangista, Miguel Mihura, a quien por cierto debían Berlanga y Bardem algunos de los momentos más memorables de la película, como el discurso de Pepe Isbert desde el balcón o la secuencia ambientada en el oeste.
La lista, en cualquier caso, es bastante larga y tal vez sea preferible dejarlo estar, no vaya alguien a llevarse un disgusto tremendo al comprobar que entre sus películas favoritas de los años 40 y 50 están implicados “reconocidos franquistas”, y cuya renuncia personal sería similar a la de negarle a Leni Riefenstahl el mérito de haber inventado las señas de identidad del documental contemporáneo por el mero hecho de ser íntima y protegida de Hitler, además de legarnos auténticas obras maestras del género.
Dudo asimismo que al Gobierno local le preocupe en exceso lo que se opine o deje de opinar acerca del busto, entre otras cosas porque tiene asuntos más importantes a los que prestar atención, caso de la reactivación mediática de la vinculación de la trama Gürtel con Jerez, vía La Sexta, vía El Intermedio, vía Fernando González Gonzo, un tipo incómodo, porque incómodas son sus preguntas e incómodas las situaciones que provoca, aunque no lo inventara él -el estilo gonzo-: periodismo subjetivo en el que “el sujeto observador del hecho llega a convertirse en actor, se involucra con lo que intenta describir, y por ello también su narración se ve fuertemente encadenada a su propia visión de los hechos”.
A la alcaldesa puede, en todo caso, que le sirva de consuelo el hecho de que si hay reactivación mediática es porque, de momento, no la hay judicial, y eso es algo que mantiene en la incertidumbre a unos y a otros, así como alienta otro tipo de lecturas interesadas -no es lo mismo que te pregunte alguien de La Sexta a que lo haga alguien de Onda Cero, como ocurrió con Carlos Alsina ese mismo día-.
Lo único cierto es que seguimos sin conocer el alcance de la decisión que pueda adoptar el juez, y eso es algo que no sólo debe inquietar en el PP, sino en la oposición, donde parecen haber llegado a la conclusión de que es la única baza que les queda para debilitar las opciones de reelección de la alcaldesa, hasta el punto de que el PSOE se ha lanzado directamente a rebufo de El Intermedio pese a la consigna interna mantenida días atrás de cuidar las alusiones judiciales hacia García-Pelayo para que no les recuerden la situación actual de la exalcaldesa Pilar Sánchez. No creo que ni PSOE ni Foro ni IU vayan a desaprovechar el momento, y mucho menos el apellido Gürtel que, pese a todo, no es tan importante como el hecho de si el procedimiento fue o no correcto, pero así funciona la política, con complejos y sin ellos.
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