Lo que queda del día

Morir de éxito

Tras la polémica con la Fiesta de la Bulería cabe recordar que “no siempre se debe creer aquello de lo que uno quiere convencerse”. Afortunadamente para el PP, la cita vale lo mismo para ellos que para la oposición

Tener éxito o morir de éxito. Lo primero es tentador, lo segundo improductivo. A quién, en un momento de euforia, no le tienta el afán por prolongarla. Conseguirlo o dejarse vencer por los aplausos es lo que determina las aspiraciones de cada uno.

Jerez ha vivido con la Vuelta Ciclista a España uno de los momentos de mayor éxito y reconocimiento popular de los últimos meses. Hay quien ha visto un gasto en vez de una inversión, quien ha visto despilfarro en vez de contribución, pero, aceptémoslo, desde el punto de vista ciudadano y desde el de la promoción turística de la ciudad, el desarrollo de la etapa prólogo de la Vuelta en Jerez ha sido un celebrado acontecimiento.

Dicen que la audiencia de TVE no llegó a los 600.000 telespectadores el sábado, pero súmenle a esa cifra los que vieron la prueba por el canal internacional, los que la siguieron por Eurosport y los que pueden seguir viendo los vídeos del directo alojados en la web oficial. Añádanle la excelente realización, con esos espectaculares planos aéreos que llegaron a asombrarnos a nosotros mismos, y valoren el impacto mediático y turístico de Jerez en todo el mundo, unido al de los que presenciaron in situ la carrera y todas las actividades de las jornadas previas. ¿De verdad hay motivos para rasgarse las vestiduras? Más bien todo lo contrario, de disfrutar el momento, aunque sólo sea por alentar cierto amor propio.

Ocurre, no obstante, que el éxito de la Vuelta se ha convertido en tentación, y sin apenas aguardar a que se apagara el eco de los aplausos y las felicitaciones, el Ayuntamiento ha decidido prolongar la euforia con el anuncio de la celebración de la Fiesta de la Bulería en el Mamelón, aprovechando el montaje escénico de la Vuelta, y con entrada gratis.

El tema se ha convertido rápidamente en una de esas “cuestiones de estado” sobre las que cada uno tiene ya una opinión formada, aunque muchos han terminado confundiendo las formas con el fondo. Las formas se centran en el valor artístico y cultural de la Fiesta de la Bulería, devaluado por el hecho de no cobrar entrada y porque supone por sí mismo una falta de respeto a la categoría de los integrantes del cartel. El fondo, en la decisión misma del cambio de sede con acceso libre. Las formas admiten discusión, debate, respeto mutuo; pero el fondo no, de flagrante.

Las formas admiten discusión desde el momento en que hace años que se habla del descenso de público a la Fiesta de la Bulería y de la necesidad de incrementar sus atractivos. En este sentido, cambiar la ubicación y permitir la entrada libre no parecen propuestas descabelladas, salvo por el hecho de que el Ayuntamiento pueda permitírselas -al margen de que el sitio sea el adecuado y el acceso libre cree dilemas artísticos-.

Creo que la ubicación es un error, por mucho que toque hacer de la necesidad virtud, pero no que se permita la entrada libre -¿acaso tiene menos valor el concierto de una gran figura con entrada gratis que uno de pago?: la cuestión es que el artista cobre por su trabajo y su talento (con el caché que considere para cada ocasión), no que el público pague o no por su entrada- .

Pero no estaríamos hablando y debatiendo sobre todo esto si no fuera por el fondo de la cuestión; es decir, la precipitación y la improvisación con la que el Gobierno local ha tomado su decisión a riesgo de morir de éxito, algo a lo que tampoco han ayudado algunas de las argumentaciones bajo las que se ha justificado el anuncio y cierta falta de imaginación para hacer frente a la organización del evento con fines solidarios.

Lejos de conseguir un estado de opinión favorable, se ha acrecentado la sensación de que la ciudad basa su dieta en mucho pan y circo, lo cual no deja de ser positivo siempre que haya otras dietas alternativas y, más aún, siempre que no haya unas elecciones municipales a la vuelta de la esquina. Como escribió Stefan Zweig en La impaciencia del corazón, “no siempre  se debe creer aquello de lo que uno quiere convencerse”. Afortunadamente para el PP, la cita vale lo mismo para ellos que para los grupos de la oposición.

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