Lo que queda del día

Jerez, a la expectativa

La alcaldesa parte de la credibilidad de unas expectativas y, aunque más en la teoría que en la práctica, obligan a cuestionarse si los que dan su gestión por perdida no han caído en la trampa de subvalorar su hoja de ruta

Definitivamente, Halloween nos ha ganado la partida, y sospecho que la celebración irá a más a medida que vayan pasando los años. Era inevitable. No por contagio cultural, sino consecuencia de la sociedad de consumo. El erudito Marc Fumaroli expresaba ayer que vamos camino de convertirnos “en subamericanos”. Lo hacía en defensa del libro y en contra de las “maquinarias internacionales” que están acabando con las librerías, pero para el caso viene a ser un poco lo mismo.

La cultura deja de tener sentido cuando queda reducida a un mero instrumento de consumo, y nuestra versión de Halloween lo es, desprovista de raíces, tradiciones y conciencia social. ¿Se imaginan la próxima primavera un paso de palio, con su banda de música y su cuerpo de nazarenos, procesionando por Times Square? Todo será que se empeñe una marca de refrescos para hacerlo posible y termine institucionalizándolo; y aunque dudo que el fenómeno, con todas sus desviaciones y acomodos, se dé a la inversa, cuesta poco imaginar lo que pensaríamos de ellos para retratarnos a nosotros mismos después de esta invasión de calabazas a la que hemos abierto las puertas con  tanta candidez e inocencia como hizo en su día la ciudad de Troya con los griegos.     

Otra cosa sería si a los niños y niñas, además de a pintarse la cara y disfrazarse de zombies y brujas, les enseñaran en el colegio y en sus casas a cantar The soul cake o les obligaran a ver Pesadilla antes de Navidad y a leer relatos de terror de Sheridan Le Fanu, Polidori o Poe, tan imprescindibles para la ocasión como ir molestando casa por casa, pero me temo que no hay excesivo interés, ni lo habrá, por fidelizarlos con los orígenes, y sí por debilitar el sentido religioso desde el que siempre se ha celebrado en nuestra cultura la llegada del día de todos los santos, sobre todo si éste es menos rentable o sigue limitándose a los cementerios y a las floristerías: a quien recemos o pervivamos en el recuerdo parece ser lo de menos. Pobre Dylan Thomas, perturbado ya para siempre aquel desagarro vital suyo tan hermoso de “...y la muerte no tendrá señorío”.

Supongo, en cualquier caso, que no se trata sólo de hacer frente a las “maquinarias internacionales”, como dice Fumaroli, sino de hacerlo ante cuestiones más relevantes y trascendentales que Halloween, sus invasiones prefabricadas y el laicismo desaforado, pese a que nos desenvolvamos mucho mejor ante estas cuestiones que ante lo que realmente domina nuestras vidas: la espiral de pesimismo que venimos alimentando desde hace varios años -como retrataba Forges ayer en su viñeta, hemos llegado a un punto en el que ya no nos reconocemos cuando nos vemos sonriendo en una foto de hace cinco años-. 

No me extraña que los grandes partidos anden muy preocupados ante la reacción de las urnas en los próximos comicios, en especial en los de las municipales de 2015, y que en ese afán por trasladar a la calle la aparición de los primeros buenos estímulos de nuestra macroeconomía, e inyectar un nuevo estado de ánimo y de confianza, hayan olvidado que el eco de los mismos tardarán todavía muchos meses en llegar a los ciudadanos; algo en lo que, por otro lado, todos parecemos estar de acuerdo.

Rebajada la euforia, los únicos síntomas válidos son los que podemos apreciar muy de cerca. El Gobierno local lo hace. Esta semana, por ejemplo, ante los cuatrocientos empresarios que se han dado cita en Jerez, entre ellos muchos de los más importantes del país -los nombres de algunos, los que han tenido la oportunidad de apreciar los síntomas a los que aludía el inefable Cristóbal Montoro, aparecen en la lista de Forbes-, ha aprovechado para mostrar las ventajas de que trasladen sus inversiones a la ciudad.

El discurso de la alcaldesa, más allá de que se esté de acuerdo o no con su planteamiento, parte de la credibilidad de unas expectativas y, aunque hay cuestiones relevantes -el recinto fiscal de Zona Franca, el tránsito de mercancías internacionales...- que aún forman parte más de la teoría que de la práctica, obligan a cuestionarse si aquellos que dan su gestión por perdida no han caído en la trampa de subvalorar su hoja de ruta, lo que por ahora da para potenciar en su demérito cuestiones como el ERE, la huelga de basura o la venta del agua -pueden añadir cualquier otra(s) cosa(s) que consideren oportuna(s)-, pero no para tumbar esas expectativas.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN