Lo que queda del día

Pelayo y Jerez, presente y futuro

Por encima del balance de gestión, en el Gobierno local prevalece ahora mismo un estado de ánimo que es ajeno a crispaciones y desequilibrios, y en el que tampoco se aprecia desgaste personal ni muestras de debilidad

El pasado miércoles se cumplieron dos años de la victoria electoral del PP en las últimas municipales. Un aniversario simbólico, desde el momento que marca el mismo espacio temporal de cara a la próxima cita ante las urnas, que ha llegado asimismo en el momento más plácido para el Gobierno local desde que celebrara su apabullante respaldo en las urnas, lo cual no deja de ser significativo si se tienen en cuenta algunas de las circunstancias por las que ha atravesado la ciudad en todo este tiempo bajo la inevitable incidencia de la gestión desarrollada desde la calle Consistorio.

Ante tal efeméride, la alcaldesa María José García-Pelayo reunió el lunes a todo su equipo de Gobierno e hizo balance, y ya se sabe que no hay nada más sospechoso que un balance propio cuando se trata de rendir cuentas; en especial si entran en juego tantas subjetividades, como es el caso. Y, si bien es cierto que rehuyó del triunfalismo, asumió errores y reconoció cuánto queda por hacer, en su exposición prevalecía cierta sensación de deseo o aspiración, más que una realidad palpable, desde el momento en que buena parte del discurso remitió a esa intangible “consolidación de las bases de cara a la recuperación económica de la ciudad”, mientras 36.000 jerezanos siguen preguntándose “¿y de lo mío, qué?”.

Pero, insisto, por encima de apreciaciones personales acerca del discurso y del balance mismo, en el equipo de Gobierno prevalece ahora mismo un estado de ánimo que es ajeno a crispaciones y desequilibrios, y, aunque no se exprese abiertamente, es la mejor noticia con la que puede haber alcanzado la complicada orilla de estos dos primeros años de gestión.

Un estado de ánimo en el que tampoco se aprecia desgaste personal y público, ni muestras de debilidad, pese a las castigadoras circunstancias de una huelga de basuras, otra de limpieza en los colegios y, por encima de todo, el hecho de tener que poner en práctica un expediente de regulación de empleo que ha dejado en la calle a 260 trabajadores del Ayuntamiento.

De hecho, si no fuera así, no se entenderían algunas manifestaciones de la propia alcaldesa durante esta semana, que son las que retratan esa solidez interna y el compromiso con un ideario y un modelo de gestión que, tampoco hay que olvidarlo, es el que el propio pueblo se otorgó a través de las urnas. Me refiero, no sólo a su expreso deseo de repetir como candidata a las elecciones en 2015, sino al de hacerlo acompañada por el mismo grupo de personas con las que viene trabajando desde su toma de posesión; algo  de lo que, inevitablemente, no pudo presumir su antecesora en el cargo.

Persiste, por lo demás, la impresión de que el Ayuntamiento sigue siendo el principal problema de la ciudad y que pese a la buena voluntad -tampoco hay por qué pensar en lo contrario, ni ahora ni antes de ahora- en la búsqueda de una pretendida “normalización” de su situación, laboral y económica, hay algo que no funciona, ya sea por desacierto en el asesoramiento -cuidado a las tensiones que se avecinan en el seno de la plantilla vía secciones sindicales- o por la imposibilidad de un consenso que concrete la mejor manera de afrontar los compromisos financieros del Ayuntamiento sin que haya que pasar por hipotecar el futuro de gobiernos venideros o adoptar medidas de quita y pon.

En este sentido, tampoco se debe perder la perspectiva de que Jerez es mucho más que todo lo que se cuece en la calle Consistorio. Un aspecto que atañe al Gobierno y a la oposición misma, ya que hay momentos en los que PP, PSOE e IU -Foro, inevitablemente al margen- parecen más empeñados en cumplir con las directrices de los debates que les trasladan desde arriba, que de abordar el verdadero problema que atañe en estos momentos a tantas familias jerezanas: el desempleo, por supuesto. Tal vez si dejásemos las batallitas de la reforma de la admistración local, del expediente de viviendas de la Junta o del decreto de exclusión social a los foros en los que toca debatirlos, ganaríamos más tiempo para propiciar la llegada de inversores e iniciativas que contribuyan a esa máxima del “impulso al desarrollo económico de Jerez”.

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