La Tribuna de Nertis

Sátiros

Contemplamos atónitos el posicionamiento opuesto de nuestra sociedad en relación a las distintas polémicas que últimamente ocupan portadas de periódicos y ríos descontrolados de tinta, tanto física como digital...

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Contemplamos atónitos el posicionamiento opuesto de nuestra sociedad en relación a las distintas polémicas que últimamente ocupan portadas de periódicos y ríos descontrolados de tinta, tanto física como digital. La inestabilidad política en un momento crucial no sólo de nuestra historia, sino de nuestra economía y del futuro inmediato de nuestra sociedad, después de los esfuerzos sufridos por todos, hace que esta situación nos pueda hacer vivir consecuencias inimaginables, tirando irremediablemente por la borda lo logrado hasta ahora.

Vivimos además la justificadísima polémica nacida de la aberrante, delictiva, monstruosa e indescriptible actuación de los titiriteros contratados por el Ayuntamiento de Madrid. De la misma, no puedo opinar sin que se me revuelva el estómago, y más aún al pensar que después de la inicial sorpresa de la unanimidad en la condena a tan lamentable episodio, nos encontramos con una activa campaña de apoyo a dichos sujetos en redes sociales y de forma presencial ante el tribunal que los tiene legítimamente detenidos. Por desgracia, a continuación viviremos el siguiente episodio deleznable, pues acabarán siendo irremediablemente los nuevos mártires de algún movimiento social, como el que ha sido alentado por la precipitada e irresponsable opinión de la alcaldesa de Barcelona, quien se posicionó solidariamente a favor de aquellos que sin duda han rebasado líneas básicas del estado de derecho, en base a que la sátira no puede ser delito. Escenificar delante de decenas de niños un manifiesto e indubitado enaltecimiento del terrorismo, además de la representación de la violación de una monja y del ahorcamiento de un juez es claramente constitutivo de delito. La Ley establece esos límites, pues no todo vale.

La actuación titiritera no tiene justificación alguna, y nunca podrá tenerla, cuando además no debió tenerla las veces que se haya repetido con anterioridad, pues no tengo duda de que no hemos asistimos a un estreno sino a una repetición de una función ya conocida y repetida, que debían conocer quienes la permitieron y la sufragaron.

Esta situación repetida de enfrentamiento, justificando lo injustificable y buscando por encima de la lógica y el respeto por los demás, la crispación y la confrontación, sólo se explica en la búsqueda constante del aliento de los suyos basado en la enervación de los otros. Me niego a pensar que no existan líneas inquebrantables y que vayamos camino de una sociedad anárquica, del caos como sistema, del desprecio absoluto por las normas, y que éste sea el posicionamiento básico de quienes dicen que quieren cambiar España. Si esto es lo que nos espera, mal vamos y mal remedio tendrá.

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