La tribuna de Viva Sevilla

La Capilla de San José, una joya por salvar

Esta joya requiere urgentemente de una intervención que detenga el deterioro que sufre su decoración formada a base de retablos, pinturas, murales, esculturas.

El 18 de noviembre de 1578 se formalizaba la compra por parte del gremio de carpinteros de lo blanco de Sevilla del antiguo Hospital de San Felipe y Santiago, que se convertiría a partir de este momento en la sede de la corporación. El concepto de Hospital ha variado sustancialmente a lo largo de los siglos, siendo durante la Edad Media y Moderna un lugar de reunión, hermandad y asilo donde corporaciones y gremios llevaban a cabo sus asambleas, examinaban a futuros miembros o celebraban ritos en honor a sus santos patronos.

La actual capilla de San José, regida por los Padres Capuchinos, fue por tanto un proyecto emanado de la sociedad civil, la misma que más de cuatrocientos años después sigue velando por la salvaguarda de un edificio declarado Monumento Nacional en septiembre de 1912 y Bien de Interés Cultural. Esta desconocida joya requiere urgentemente de una intervención que detenga el deterioro que sufre su decoración interior formada a base de retablos, pinturas murales, lienzos y esculturas atribuidas, entre otros, a Cayetano de Acosta, Pedro Roldán, Domingo Martínez y Pedro Duque Cornejo.


El robo hace unos años de una de las esculturas que decoran desde el siglo XVIII su fachada motivó un debate ciudadano en torno al templo y su estado de conservación que derivó en la creación de la Asociación Pro Restauración de la Capilla de San José. Esta institución sin ánimo de lucro, con el objetivo de recuperar el patrimonio mueble del edificio, viene realizando toda una serie de actividades tendentes a su puesta en valor así como a la búsqueda de patrocinios para sufragar la restauración del interior de la capilla.


El asalto y posterior incendio acaecido en mayo de 1931 es la principal causa de deterioro del conjunto artístico que decora el templo. Tras el incendio, la techumbre fue reconstruida pero no se llevó a cabo una labor de restauración y limpieza en profundidad, por lo que el hollín depositado sobre pinturas y retablos, al entrar en contacto con la humedad ambiental, está produciendo un efecto químico que corroe la capa pictórica como si de ácido se tratase.


Las lagunas son ya visibles en multitud de puntos del interior del templo y de no atajarse con urgencia esta causa de deterioro, en un futuro será prácticamente imposible recuperar el ciclo pictórico que decora paredes y bóvedas, perdiéndose para siempre uno de los últimos programas iconográficos de la Sevilla barroca. En nuestras manos está salvar un edificio que, a lo largo de su historia, se ha enfrentado en demasiadas ocasiones al fantasma de su desaparición.


La morfología actual del templo corresponde a las obras ejecutadas en 1687 cuando el Cabildo Municipal instó a la Hermandad de los Carpinteros a llevar a cabo una serie de derribos ante el lamentable estado de conservación y el evidente riesgo de derrumbe que presentaba el edificio. Se inician en ese momento una serie de reformas y ampliaciones que culminarán con la construcción de la fachada principal entre 1757 y 1758.


El resultado de esos setenta años de obras fue un pequeño cofre del tesoro en el que el Gremio de carpinteros se encargó de toda la decoración interior mientras que la estructura del edificio se dejaba en manos de maestros mayores como Pedro Romero o Esteban Paredes.


El interior se diseñará como un suntuoso decorado escenográfico en el que la madera ocupará, como no podía ser de otro modo, un lugar preferente. La pequeña nave de finales del siglo XVII se ampliará ya a mediados del XVIII con la actual Capilla Mayor y el Coro a los pies, elementos donde se reflejará, como en pocos espacios sevillanos, la riqueza y el lujo del último barroco.


El siglo XIX supondrá para la capilla una amenaza constante ante los intentos de derribo por parte de las corporaciones municipales. Afortunadamente el conjunto se salvó y llegó hasta nuestros días; ahora es nuestro turno de conservarlo para futuras generaciones.

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