La tribuna de Viva Sevilla

No aprendemos

La limpieza con el chorro a presión destruye irreversiblemente los relieves ornamentales e iconográficos de las portadas que han resistido el paso del tiempo.

No aprendemos. Los arquitectos no aprendemos porque no queremos aprender. Cuando contemplamos hoy la portada principal de la iglesia de Santa Catalina de Sevilla observamos el mismo resultado obtenido en 1994  en la restauración de las iglesias de San Julián, San Marcos, Santa Marina y San Juan de la Palma: la limpieza con el chorro a presión destruye irreversiblemente los relieves ornamentales e iconográficos de las portadas que han resistido el paso del tiempo pero no la violencia de los restauradores.

Es fácil comprobar en qué manera la parte derecha de la imposta se encuentra más erosionada al recibir mayor presión al principio y que va disminuyendo según se acerca al centro a medida que reducen la presión ante la visible destrucción de la piedra arenisca. Ciertamente, la parte izquierda de la imposta recibe siempre un tratamiento más “fino” en la medida en que se ha cogido el punto en que se debe tratar una piedra tan delicada. Luego una lechada de cal y almagra iguala el aspecto de la erosionada portada. Los monumentos requieren un mayor detenimiento en su restauración.


Entonces, en aquella ocasión, decíamos que “el tempo lento del restaurador italiano ha sido sustituido aquí por el allegro vivace del sevillano”, crítica que mereció el elogio de la Asociación Andaluza de Restauradores Pétreos. Ahora, en este caso, los muros del templo han sido enfoscados y pintados de un modo que parecen del siglo XX, sin dejar huella de la puerta cegada que apareció en el muro lateral derecho y que bien pudiera pertenecer al primitivo edificio mientras la excavación realizada al pie de dicho muro permanece cubierta por unos tablones sin mayor protección.


Por la otra parte, los interesantes ábsides mudéjares -llamados antaño “del redondillo”- no fueron excavados. Se dijo que en el interior de la iglesia había aparecido el primitivo edificio de menores dimensiones y menor altura con arcos de herradura semejantes a los de la puerta principal que queda tras la portada gótica de Santa Lucía,  ¿no sería ese primitivo edificio la antigua mezquita transformada al culto cristiano dado que el basamento de la actual torre campanario es un alminar?


No sabemos. Ni las asociaciones de patrimonio consiguen entrar para ver lo excavado. Se dijo que se abriría en 2016, ahora que en 2017. Seguimos sin saber nada más que lo que se observa desde el exterior. Y eso es lo que observamos.


En el ábside de la cabecera de la iglesia se conserva una lápida en la que se puede leer que la cofradía de las Ánimas del Purgatorio mandó colocar allí una pintura en 1562 y después la adornó con una reja en 1610. Nada de esto se conserva tras la última restauración. En los ábsides mudéjares “del redondillo” ya se han efectuado algunas bárbaras pintadas. Esperemos que no tarde mucho la próxima  inauguración  y no tenga que someterse a la clausurada iglesia a una nueva restauración.

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