La tribuna de Viva Sevilla

El papel de los colegios profesionales en la crisis

Queremos colegios colaboradores de las Administraciones y no lacayos de ellas. Queremos colegios que defiendan que el trabajo y la competitividad no son gratis. Queremos colegios en los que quepamos y deseemos estar todos. En resumen colegios para el Siglo XXI en tiempos de crisis.

La crisis ha cambiado el papel que la sociedad y sus propios colegiados reclaman de los colegios profesionales. Allí donde se velaba por que la calidad de lo que ofrecían sus miembros fuera la adecuada, que los intereses de los mismos estuvieran salvaguardados y que las competencias de cada gremio estuvieran bien distribuidas y gestionadas, ahora hay que actuar para defender el derecho a vivir de su trabajo a todos los que se acogen bajo el manto protector de esas organizaciones y dejar de actuar  exclusivamente por la defensa numantina de unos competencias que sólo pueden ejercer los pocos afortunados que tienen encargos.
No puedo generalizar porque todos los colegios no tienen la misma estructura ni ejercen sus funciones sobre responsabilidades parecidas. Pero por ejemplo el de Arquitectos, que es el mío, debe dejar de ser la máquina burocrática, extensión de la Administración que, en lugar de defender a sus miembros, los controla y fiscaliza. Sobre un colectivo, en que la inmensa mayoría no tiene trabajo, hay que poner en marcha iniciativas reales en defensa de los colegiados jóvenes y los desempleados, y dejar de insistir tanto el cumplimiento de normativas desmesuradas en los pocos proyectos que visa. Los colegios de arquitectos no pueden convertirse en  estafetas de control de una normativa mastodóntica, en cuya elaboración casi no han participado y que exige la misma montaña de papeles a una pequeña reforma que a una promoción compleja. Su interés no debe centrarse en  exigir el estricto cumplimiento de la legalidad y cobrar por todo, descuidando otras muchas facetas para las que  fueron creados.
Hoy, en que el gran drama es el desempleo, sorprende la pasividad con que  se vive la problemática de tantos profesionales que se han quedado sin ingresos o nunca los han tenido.  Quienes hace unos años nutrían con sus aportaciones la contabilidad colegial hoy merecen la defensa en el cobro de los honorarios que se les adeudan, la protección frente a la voracidad de los bancos que les prestaron para la elaboración de sus proyectos, y el control de las exigencias de los concursos, que son una ruina para la mayoría de los concursantes.
Los concursos abiertos deberían resolverse en primera fase con uno o dos paneles y excluir las maquetas. Así todos tendrían las mismas oportunidades. Las demás fases deberían ser remuneradas y garantizar que los proyectos premiados fueran los que realmente se van a encargar. Evitaríamos fallos sobre propuestas falsas que encandilan a un jurado que se desentiende de la viabilidad técnica y económica de lo que falla. Hoy, en que las únicas salidas que tienen los profesionales de la arquitectura son los concursos, la emigración o el subempleo en temas ajenos a su vocación, los colegios tienen que cambiar su estructura y dar paso a nuevas formas de organización si quieren integrar a tantos desencantados que se inhiben y dejan de colegiarse y tantos insatisfechos porque su único vínculo es la necesidad del reconocimiento legal de la firma.
Como docente por quien han pasado varias generaciones de titulados, lo que más me preocupa es el desánimo de quienes han hecho un gran esfuerzo, tienen una preparación envidiable y no encuentran una organización que los aglutine para la defensa de alguna ilusión, de algún futuro y de alguna esperanza.
Pero yo no desespero. Hay otros modelos de colegio más solidarios, quizás incluso dentro de éstos, que deben despertar. Queremos unos colegios que no sean mercantilistas, ni burocráticos,  ni represores. Queremos unos colegios para todos, los que tienen y  los que no tienen trabajo, los que los pueden pagar y para los que haya que admitir sin coste porque no pueden. Queremos colegios que den las mismas oportunidades a los débiles y con menos posibilidades que los poderosos. Queremos colegios con normativas modernas que den accesibilidad a su gobierno a todos. Queremos colegios colaboradores de las Administraciones y no lacayos de ellas. Queremos colegios que defiendan que el trabajo y la competitividad no son gratis. Queremos colegios en los que quepamos y deseemos estar todos. En resumen colegios  para el Siglo XXI en tiempos de crisis.

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