La Tribuna de Nertis

Yo, abogado

El jueves de la semana pasada juré como abogado junto a mis compañeros de despacho en un acto público y solemne en el Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla...

El jueves de la semana pasada juré como abogado junto a mis compañeros de despacho en un acto público y solemne en el Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla, presidido por el decano don José Joaquín Gallardo Rodríguez junto a otros miembros de la Junta de Gobierno, y con la insigne presencia de don Antonio Moreno Andrade, presidente de la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJA, y representante del Poder Judicial en Andalucía Occidental.

El protocolo de este juramento público estatutario consiste en un gesto simbólico mediante el cual se accede a la profesión, y en el que el padrino o madrina (don Manuel Salinero González-Piñero en mi caso), acompaña al nuevo letrado o letrada al estrado y el colegiado, jura o promete su cargo ante la Biblia o la Constitución con la formula mediante la cual los abogados se comprometen a guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del estado, así como el Estatuto de la Abogacía y su código deontológico.

El epílogo del acto consistió en un discurso en el cual se ensalzó la figura de esta dura carrera, y de la absoluta relevancia de nuestro papel en el Estado de Derecho. Porque esta es una profesión de abolengo constitucional, con una misión importantísima que muchas veces se obvia o minusvalora.
Sin abogados, el Estado de Derecho no sería posible. Somos uno de los engranajes que da virtualidad al sistema de garantías que, a la postre, hace posible la mismísima libertad de las personas. Somos imprescindibles, al fin y al cabo.

Y en estos duros momentos que atravesamos, en que se pretende derribar, y se pone a prueba, nada más y nada menos, que el marco jurídico que nos ampara como ciudadanos libres, cuanto más debemos ser conscientes y estar orgullosos de la función que desempeñamos en la sociedad, pero también, y como aprovecho desde la presente tribuna, hacer apología de ello.

Tengo plena confianza en que nuestro país superará, más pronto que tarde, esta penosa situación que no tiene ni pies ni cabeza, y dicho convencimiento viene dado por el simple hecho de que serán muchos los letrados y letradas, los que, como gremio independiente, y bajo el compromiso deontológico que desde un principio asumimos en ese acto de jura del que hace poco participé, serán parte activa de una solución, que, en definitiva, debe manar irremediablemente de ese Estado de Derecho que estamos obligados a defender como profesionales.

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