La Tribuna de Nertis

Juicios penales

Se celebra estos días el juicio del caso llamado Mercasevilla, que me hace recordar los años en que actué como abogado de dos personas durante la instrucción...

Se celebra estos días el juicio del caso llamado Mercasevilla, que me hace recordar los años en que actué como abogado de dos personas durante la instrucción, contra quienes finalmente no se formuló acusación y a quienes nadie jamás les ha pedido perdón por las muchas angustias y sinsabores que sufrieron durante años a pesar de ser absolutamente inocentes. Por supuesto, tampoco a nadie se le ha ocurrido indemnizarles en nada.

Tenemos un sistema judicial penal en que basta la existencia de indicios para acusarte y para ser sometido a un juicio. Soy abogado. Me gusta lo que hago. Pero creánme que muchas veces resulta muy difícil convencer que impartir Justicia con mayúsculas exige absolver a las personas que son inocentes y que muchos de quienes se sientan en un banquillo no deberían sufrir cuanto supone un juicio.

Ahora nos enfrentaremos en breve al denominado “procedimiento específico” en el caso ERE, esto es, el relativo a los altos cargos. Defiendo en él a alguien absoluta y totalmente inocente, que ha entregado su vida al servicio público sin enriquecimiento personal alguno, que se ha limitado a aplicar las normas y los presupuestos aprobados por el Parlamento y sólo quiero elevar la voz porque mi cliente y otros muchos no se vean en un solo momento privados de cada una de las garantías que nuestro Estado debe concederles. Me dirán que digo eso porque soy su abogado. Lo digo porque no albergo duda de ningún tipo. Si la tuviera no lo diría.

Como decía mi admirado colega J.P. Cosano en El abogado de pobres “y esa es la mayor desgracia de un abogado: saber que su cliente es inocente….Cuando a un abogado le condenan a un culpable, en el fondo de su alma sabe que se ha hecho justicia, aunque el resultado le pueda doler. Pero que le condenen a un inocente es sentenciarlo a vivir en eterna pugna con su conciencia”.

Cada uno puede creer lo que quiera. Pero la Justicia debe estar alejada de esas presiones que rodean a procesos como ése y administrarse con absoluta objetividad, luchando siempre porque las garantías que debe defender estén por encima de cualquier otro objetivo. Dotémosla de todos los medios que necesita, pero no intentemos nunca cambiar su sentido y su objetivo.

No puedo sino clamar desde aquí porque todos los medios y en general todos tengamos claro que lo importante es que nunca se condene a un inocente.

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