La Tribuna de Nertis

Tengo un amigo catalán

Tristemente cada Diada vuelvo a aguantar los discursos anticatalanes de medios y periodistas que solo alimentan un odio absurdo que vivo a pie de calle...

Tristemente cada Diada vuelvo a aguantar los discursos anticatalanes de medios y periodistas que solo alimentan un odio absurdo que vivo a pie de calle, incluso entre mis amigos o mi familia, que no llego a comprender.Yo tengo un muy buen amigo catalán, de Barcelona, socio del Barça, de los que habla en catalán con su familia y amigos, y simpatizante de Unió. Además se llama Joan, más catalán imposible vamos. Coincidimos opositando en Madrid en una residencia donde compartimos las penas y alegrías (más de las primeras que de las segundas) que te da la oposición, pero sobre todo compartimos risas a carcajadas, la base de la amistad que compartimos desde entonces.

El grupo de amigos que formábamos en la residencia de opositores era de lo más variopinto; distintas edades, familias e ideologías de todo tipo, pero ante todo destacaba el batiburrillo de provincias de España que representábamos: Córdoba, Almería, Pamplona, Coruña, Mallorca, Málaga, Madrid, Barcelona, Cáceres, Sevilla o Cádiz. De todos nosotros, unos aprobaron su oposición, y otros proseguimos nuestra carrera profesional por otros lares, pero seguimos conservando esa amistad que surgió de forma innata, seguramente para rebatir las penas y sacrificios que cada uno llevábamos por dentro en esa residencia a la que ninguno guardamos seguro el más mínimo cariño.

Por los comentarios que suelo escuchar estos días, habrá gente que se pregunte entonces que hacía en este grupo mi amigo Joan, ese catalán más catalán que la butifarra, que cuando se sumaban más de dos andaluces a su lado no se enteraba de la misa la mitad. Cómo ese catalán antiespañol convivía y convive con otros españoles anticatalanes. ¿Qué cosa más inaudita verdad?  

Pues resulta tan sencillo y natural como la vida misma, el día a día en el que nadie se acuerda ni mucho menos se preocupa por el tema de marras, salvo que salgan en la televisión políticos de medio pelo soltando sandeces por intereses al final puramente económicos y de poder. Porque en su naturalidad Joan es uno más de la pandilla, orgulloso de Cataluña al igual que yo lo estoy de Andalucía, y que como todos hacemos, me enseñó a amar su tierra, nos ha hecho de anfitrión en su Barna, y hasta nos llevaba a restaurantes catalanes en Madrid a comer (Sí, ¡Existen!).

Sí señores, los catalanes no se pasan veinticuatro horas del día cabreados por si son o no independientes, o que si España nos roba o no. Es que la mayoría se va de puente en la Diada como hacemos aquí el 29 de febrero. El tema les importa claro, pero lo justo, porque en sus vidas lo importante como manda la lógica son otras cosas que están por encima de todo eso, y entre ellas, la amistad entre muchos catalanes y andaluces como la mía y la de mi amigo Joan, por el que brindo desde Sevilla a su salud y la de los suyos con un ¡Visca Catalunya!

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