El mar no quiere lo que no es suyo. Y lo vuelve a demostrar tras el paso del temporal que hemos padecido estos días. Kilos y más kilos de basura que el mar nos deja en nuestras orillas, donde empezó su ciclo fúnebre. Habría que empezar a aprender algún día la lección que nos ha mostrado y que hemos padecido en primera línea con toda su crudeza, una naturaleza que se revuelve y se defiende ante los ataques que sufre una y otra vez por parte del ser humano.
Las muestras de comprensión y sufrimiento hacia el que ha sufrido el combate del viento y de la lluvia y en mayor medida del tornado, nos alerta del desafío constante que realizamos, en cada bolsa de basura, plástico y colillas que arrojamos a nuestras playas y que son absorbidas por el mar.
El que ahora nos arroja y nos devuelve para mostrarnos las salvajadas de las que somos capaces de hacer y con sonrojo debemos recoger en nuestro fracaso como sociedad. Que los combates atmosféricos son naturales, no debiéramos caer en el convencimiento de una divinidad irreal ante un duelo que siempre perdemos.
La conciencia natural es un asunto de todos porque todos nos vemos afectado por él tarde o temprano. La desgracia ha tocado muy de cerca y en el cambio de mentalidad hallaremos para nuestra tranquilidad un mejor futuro y un mundo mucho más natural que resultará más humano con el cariño que le brindemos.
La naturaleza ya habla nuestro idioma. Y ya nos entiende.
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