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Redes sociales y menores: Cuestión de educación

Las redes sociales se han convertido en el lugar para relacionarnos, expresarnos y aprender del mundo que nos rodea, lo cual establece un fuerte vínculo

Publicado: 23/02/2018 ·
09:33
· Actualizado: 23/02/2018 · 12:04
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Dr. Antonio Monclova Bohórquez

Las redes sociales se han convertido en el lugar para relacionarnos, expresarnos y aprender del mundo que nos rodea, lo cual establece un fuerte vínculo con nuestra salud mental. Por ello es lógico preocuparse por cómo pueden afectar a los menores que las utilizan. Oficialmente Facebook, Twitter e Instagram prohíben abrir cuentas a menores de 13 años, pero al no poder verificar la edad del usuario, millones de menores tienen perfiles en ellas.

Además, aunque muchos expertos en bienestar infantil consideran irresponsable el alentar a los menores a utilizar Facebook, existen redes como Messenger Kids que son específicas para ellos. Cada vez se conocen más casos de ansiedad, depresión y otros problemas mentales derivados del uso de las redes sociales por los menores de edad, especialmente en adolescentes.

Este problema se parece a una adicción, como demuestra el hecho de que conforme el menor afectado se va desenganchando de las redes, su estado de ánimo mejora, está más contento en el colegio y se siente más integrado en su entorno social.

Muchos estudios (de los de verdad) demuestran que debido al uso de las redes sociales hay jóvenes adictos a las plataformas de juego o a los chats, otros se sienten inadecuados por el bombardeo constante de imágenes de las vidas de otros o creen que sus amigos tienen mejores vidas que ellos, y muchos están angustiados por el ciber-acoso.

Por citar algunos casos. Es cierto que en el mundo real un menor puede sufrir problemas semejantes a los de las redes sociales, volviéndose adicto a los juegos de la consola o siendo acosado en el recreo.

Pero fuera de internet los problemas siempre están limitados a un entorno concreto, mientras que en las redes, con el móvil o la computadora de su habitación, el efecto es mucho más intenso, sin olvidar el deterioro de la salud que causa vivir encerrado en un mundo virtual de ficción.

Prohibirle a un menor el acceso a los dispositivos o dormir con el router para que no se conecte en mitad de la noche, no sirve para controlar su acceso a las redes. Para impedir que el tiempo que pase en internet pueda perjudicar o interferir las actividades normales de un menor, debemos hablar con él sobre su estado de ánimo, sobre lo que hace en la red, lo que comparte y de quién se hace amigo.

Además, si ese menor tiene más de 13 años, deberemos tener acceso regular a las contraseñas y supervisar los contenidos en Facebook, Twitter e Instagram. Lo que suele limitarse a un mero control del uso que el menor da a las redes sociales, debería consistir en educarle en valores y darle las pautas necesarias para que en dichas redes sepa evitar los peligros, aplicar la lógica y analizar las situaciones como lo haría en su entorno social cotidiano. Aunque en las redes haya mucha ficción, los peligros son reales.

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