Conseguir que lo que hagamos cuente con el beneplácito de todos los demás, es algo casi imposible, a pesar de lo cual nos preocupa quedar bien delante de los demás. Este comportamiento suele censurarse achacándolo al egoísmo, pero si está vinculado al interés por ayudar a los demás no es socialmente censurable, siempre que nazca de los principios de reciprocidad, solidaridad y altruismo que deben caracterizar a las relaciones humanas.
Es evidente que no podemos quedar bien con todo el mundo, ya que nuestras decisiones comportan actos cuyas consecuencias afectan a los demás de forma muy diversa. Incluso si se trata de ayudar al prójimo, es necesario priorizar y elegir a quién.
Esto ocasiona que en algunas personas el hecho de querer quedar bien delante los demás pueda convertirse en una obsesión que controle sus vidas, inundándolas de nerviosismo, tristeza y ansiedad.
La sociedad siempre ha fomentado la creación de normas y reglas para regular el comportamiento de las personas y facilitar aspectos importantes para la supervivencia humana, en aspectos tales como la convivencia, el progreso y la salud.
Actualmente, el creciente individualismo acentúa la necesidad de quedar bien delante los demás, y por tanto la de tener unos puntos de referencia para conseguirlo. Ante esto, el entorno social ha respondido de la forma acostumbrada, estableciendo nuevas elementos que mitiguen esa necesidad sin que el individuo se sienta demasiado atado a los rígidos vínculos éticos y morales tradicionales.
Como ha sucedido con normas sociales tradicionales del estilo de las de los modales o de la higiene, las nuevas también son seguidas para quedar bien delante de los demás. Pero su componente emocional más marcado y su espacio interpretativo más amplio, permite a estas nuevas pautas evolucionar más fácilmente, lo que favorece un mayor individualismo interpretativo.
La similitud entre esta versatilidad interpretativa y la que muestra el ámbito político, explica la utilización de expresiones tan conocidas como “lo políticamente correcto”.
Por desgracia, muchas de las posturas y actitudes que la sociedad nos presenta con una carga de lógica y justicia, solo son en realidad una serie de dictados y modas envueltas en una reluciente pátina de corrección, en muchas ocasiones incluso reprobables moral y éticamente.
A pesar de ello, emprendemos un peligroso camino cuando nuestro afán por quedar bien nos hace actuar de acuerdo con los dictados mejor vistos por nuestro entorno social.
Lo malo es que la ambigüedad de muchos de ellos y la frecuente demagogia que rodea su establecimiento, merman nuestra capacidad de apreciación, llegando a hacernos confundir lo real con lo ficticio, lo importante con lo anecdótico o lo gracioso con lo zafio. Haciendo que nos dejemos llevar.
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