La tribuna de El Puerto

Entretener la mala educación

En los meses de verano los servicios públicos sufren una merma relacionada con las vacaciones, más en el caso de las zonas turísticas

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

En los meses de verano los servicios públicos sufren una merma relacionada con las vacaciones, más en el caso de las zonas turísticas. No trataré aquí sobre el problema causado por el cierre total o parcial de servicios tales como áreas quirúrgicas de hospitales, ventanillas de atención u oficinas de correo.

Pero como esta situación afecta al comportamiento de muchas personas, su observación me permite reflexionar sobre cómo mejorar la convivencia.

La semana pasada reflexionaba sobre cómo paliar ciertos aspectos negativos del uso de los móviles, haciendo valer su demostrada capacidad para mejorar las relaciones humanas. Pues bien, creo haber descubierto que su capacidad para abstraernos del entorno mientras lo utilizamos, si bien no es beneficiosa en general, sí que lo es cuando anula la capacidad de crear confrontación en espacios ciudadanos sometidos a situaciones se cierto estrés.

Hace unos días aguardaba turno en una cola ante la única ventanilla abierta en la abarrotada estación de ferrocarril de mi ciudad. Algo que – como ya señalé – es propio del verano. Tras más de media hora de infructuosa espera los ánimos comenzaban a flaquear, con comentarios frecuentes sobre la falta de atención prestada al servicio de información y venta de billetes (curiosamente concentrados en la misma y única ventanilla).

La chica que estaba en la fila delante de mí no parecía mostrar inquietud, afanada en una larguísima conversación telefónica, de la que además todos estábamos siendo testigos. Pensé que o no tenía prisa o era una persona educada que hacía gala de su paciencia.

En determinado momento la persona con la que estaba hablando por el móvil debió preguntarle por algo que le hizo caer en la cuenta del tiempo que llevaba allí, provocándole una terrible transformación.

Dejo su móvil a un lado, forzó una expresión de disgusto, y metió prisa con malos modos a los que en ese momento eran atendidos en la ventanilla.

A los que hasta aquel momento solo habíamos mostrado nuestro disgusto de una forma más o menos comedida, aquel comportamiento nos cogió por sorpresa, más aún porque los increpados eran dos ancianos extranjeros. Todos afeamos la actuación de la impaciente y maleducada chica.

El uso del móvil por aquella persona indicaba que aparentemente le había servido para evitarle agravar una situación de confrontación social.

Pero también indicaba que – en cierta forma – un comportamiento asociado al uso del móvil parecía ser capaz de “camuflar” la forma natural de actuar de una persona, independientemente de lo maleducada que esta fuese. Está claro que no es lo mismo mostrar educación que estar entretenido. Que tomen nota los que dejan el móvil a sus hijos para que no molesten y luego dicen que son “buenísimos”.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN