La tribuna de El Puerto

El alcalde medita su dimisión

No es un rumor ni una osadía, ni tan siquiera un bulo malintencionado atraído por parte de este juntaletras

Publicidad Ai Publicidad Ai

No es un rumor ni una osadía, ni tan siquiera un bulo malintencionado atraído por parte de este juntaletras. Es tan real como que en su propio partido a nivel provincial ya lo conocen y ya lo han frenado en seco.

Al igual que a nivel local, nadie te lo va a confirmar abiertamente ni veladamente. No pueden ni deben. ¿Y cómo se demuestra y se prueba? Complicado de hacer. La maquinaria del desmentido se activaría en el minuto uno.

Pero otra cuestión bien diferente es que no medite arrojar la toalla. Que lo ha hecho. Y nos consta. No puede más con la situación. El Puerto tiene mala suerte con sus gobernantes y un serio problema con la clase política.

Nada más hay que comprobar la realidad de la ciudad para darse cuenta que algo no funciona como debe, ni antes ni ahora.  Ni con estos ni con los otros.

Ahondando en la opción más que intencionada que maneja el alcalde portuense de abandonar su cargo, ésta no es más que la constatación de que hay que saber, y mucho, para gobernar. Que la oposición férrea ejercida entonces por De la Encina al PP-PA hizo su trabajo. Ahí terminó su trabajo. Nada más. 

En el Gobierno hay que saber gobernar y mandar. Criticar desde la bancada opositora o detrás de una pancarta ya hemos comprobado, desgraciadamente, que lo puede hacer cualquiera. Estar en la primera línea es distinto. 

El tripartito se asemejó a la reproducción de la ameba, a dividirse y a esfumarse.

El experimento de éste parece llegar a su fin.  Los comodines se agotan y el Ayuntamiento está metido en demasiados frentes y fangos, ajenos y propios, que ni sabe ni puede subsanar, ante un panorama peliagudo y complicado de revertir. Nos reiteramos y reafirmamos que la solución pasa por un gran pacto, una gran alianza que aúne y defienda a la ciudad.  No hay otra. 

El todos contra todos no toca. El Puerto necesita más que nunca de una clase política comprometida con la realidad.  Arrojar la toalla es más que la constatación del fracaso y de la osadía de ostentar un cargo público irresponsablemente. El grado de hartazgo y de superación del alcalde es más que manifiesto.

A día de hoy, David de la Encina está de vacaciones. Que serían del todo merecidas. La cuestión es bien diferente y es que sigue trabajando de diez de la mañana a tres de la tarde. Esa son las vacaciones y la desconexión.

Las carambolas lo llevaron al poder y la realidad lo va a colocar en la casilla de salida. Con demanda o sin ella, De la Encina busca dar un paso al lado. Desmientan.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN