La tribuna de El Puerto

El Puente de los Espías

El Puente de los Espías” se sitúa en los años 50, en plena guerra fría entre americanos y soviéticos. James Donovan (Tom Hanks), un abogado de seguros de Brooklyn, será reclutado por la CIA con el objetivo de negociar un intercambio de espías entre Estados Unidos y la Unión soviética.

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El Puente de los Espías” se sitúa en los años 50, en plena guerra fría entre americanos y soviéticos. James Donovan (Tom Hanks), un abogado de seguros de Brooklyn, será reclutado por la CIA con el objetivo de negociar un intercambio de espías entre Estados Unidos y la Unión soviética.

El trabajo sería coser y cantar si no fuera porque el intercambio debe realizarse en territorio germano, concretamente en Berlín, y en el momento justo en el que la ciudad comienza a dividirse en dos, atravesada por un muro de ladrillo gris y sombra alargada.

Pero bueno, no seamos pesimistas, citando un diálogo de la película: “La labia de un abogado americano puede engatusar a cualquiera, ¿no?”.

Que Steven Spielberg trabaja como un artesano no es ya ningún secreto. La ambientación invita a pensar, desde la primera escena, que estamos ante uno de sus clásicos. Y es que el cuidado y el cariño que transmite cada fotograma demuestra, una vez más, que determinadas personas nacieron para hacer cine: los hermanos Coen, que ayudan a pulir un guión muy sólido, riéndose de lo absurdo que resulta en ocasiones la burocracia; Thomas Newman, que nos regala una música deliciosa; Tom Hanks, que es un actor rebosante de talento, de los que te vencen con la expresión de su rostro; y Mark Rylance, capaz de demostrar que un leal espía soviético puede ser también una persona  entrañable.

La narración de Spielberg es la de las grandes historias, aquellas protagonizadas por hombres buenos que luchan firmemente contra toda clase de adversidades.

Y quizás, el tropiezo más señalado de “El Puente de los Espías” sea precisamente ese, el obviar una escala de grises que ayude a dibujar bandos y personajes con una gama más amplia de matices.

Pero, ¿no pasa en la historia como en el cine, que de vez en cuando aparecen hombres extraordinarios? Puede que el relato ahonde poco en los conflictos políticos y sus consecuencias sociales, pero Spielberg, como ocurriese en otras obras suyas como “Munich” (2005) o “La Lista de Schindler” (1993), trabaja desde la perspectiva del hombre, un abogado en este caso, que se mantiene incorruptible e inquebrantable, ("Stoikiy muzhik" como dirían los soviéticos) y que al final, lo único que quiere es hacer bien su trabajo, volver a casa y tumbarse en la cama.

A veces se nos olvida que salir del cine con una sonrisa es sumamente necesario, aunque en el fondo sepamos que los buenos no fueron tan buenos, ni los malos tan malos. Cineastas como Spielberg están ahí para recordárnoslo.

Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog elmurodedocs portello.word press.com

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