La Taberna de los Sabios

Un jardín en el Mediterráneo

Estepona es, hoy por hoy, la ciudad del urbanismo razonable, sostenible y al servicio de los ciudadanos

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Marbella, para lo bueno y para lo malo, aplastó con su éxito al resto de las ciudades de la Costa del Sol. Durante décadas, decir Costa del Sol era, sencillamente, evocar Marbella. Árabes millonarios que se paseaban orgullosos en sus Ferraris rojos; vampiresas de cinturas estrechas y piernas infinitas que encendían las pasiones con la flama de sus rubias melenas; artistas de Hollywood y millonarios de apellidos imposibles; príncipes europeos sin ser hijos de rey alguno, entre otros astros rutilantes, supieron crear un universo propio cuyo fulgor eclipsó a la propia capital de la provincia, una Málaga anodina de funcionarios y comerciantes. Marbella era lo más, nada conseguía brillar a su lado.

Pero el invierno siempre llega y un día gris se presentó para congelar el halo marbellí.Los fastos elegantes del pasado se transmutaron en chabacanería y esperpento. Los petrodólares todopoderosos se evaporaron mientras que el negro chapapote de la corrupción todo lo salpicaba. Los astros luminosos se apagaron absorbidos por un abisal agujero negro. La caída de Marbella amenazó con enterrar el encanto y glamour de toda la Costa del Sol, un lugar único en el mundo que aún aguardaba un inmenso poder de seducción. Y mientras Marbella purgaba sus excesos, la ciudad de Málaga comenzó a brillar con luz propia. Teatros romanos, parques tecnológicos, museos varios, casco histórico revitalizado, puerto y cruceros reinventaron una ciudad que se hermoseó y se convirtió en un foco de cultura y seducción de masas. Paco de la Torre, su alcalde, lega para la posteridad una Málaga convertida en destino indispensable por mérito propio.

Pero, también, en el extremo occidental de la Costa del Sol, otra ciudad, Estepona, ha protagonizado una prodigiosa transformación desde patito feo a cisne relumbrante y hermoso. Otro caso de éxito de mano de su alcalde, José María García Urbano, que se propuso el enorme reto de transformar la entonces decadente Estepona en el jardín de la Costa del Sol.

Estepona se enclava en una geografía excepcional, donde la Costa del Sol muere para convertirse en Estrecho de Gibraltar, donde los pinsapos reinan sobre la mole rojiza de Sierra Bermeja y donde la naturaleza verde comulga con el mar azul a los pies de su caserío blanco. Su casco histórico, sorprendentemente bien conservado, nos emociona con su ayer y nos hace gozar con su presente. Estepona es, hoy por hoy, la ciudad del urbanismo razonable, sostenible y al servicio de los ciudadanos porque equilibra las necesidades de progreso, desarrollo y empleo con las de conservación de ese espacio natural y patrimonial único.

Estepona no es tan sólo una ciudad turística – que a mucha honra también lo es – sino, sobre todo, una ciudad para vivir, para trabajar, para desarrollarse como persona, para comulgar con la naturaleza que la circunda y abraza. Pero, asimismo, aspira a convertirse en un referente cultural, a dotarse de vida intelectual y artística. En ese esfuerzo por la cultura y la divulgación se enmarcan las IV Jornadas de Comunicación de Estepona en las que participé junto a Juan Eslava Galán, moderados por Manuel Mateo, organizador del evento en el que también asistieron destacados periodistas que generaron un vivo debate sobre las potencialidades y los riesgos de la costa mediterránea, en general, y de Estepona, en particular.Todo un éxito por el que felicitar a sus organizadores.

Atención a Estepona, porque le va a ir bien. Y, con ella, al prestigio de la afligida Costa del Sol, que ya no es sólo Marbella porque otras ciudades, como Estepona, firman con nombre propio en el libro de oro del turismo de calidad internacional. Que nadie lo dude: la Costa del Sol está bien viva porque es el jardín del Mediterráneo y Estepona una de sus flores más hermosas.

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