La Taberna de los Sabios

El relato de España

Una vez derrotada la amenaza de la sedición en Cataluña, construyamos un relato compartido de futuro

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Toda historia es, en el fondo, un relato basado en hechos reales y en mitologías diversas, enhebradas de manera verosímil. La historia, pues, tiene esencia de relato y la nuestra, la española, no iba a ser una excepción. Escribo estas líneas desde Cangas de Onís, en el corazón geográfico, emocional e histórico de Asturias, invitado, como estoy, a presentar mi novela Dolmen.

Entre la leyenda y la realidad, los primeros reyes astures fijaron en este hermoso pueblo a las orillas del Sella – rectifico, ciudad, ya que posee el título concedido por el rey Alfonso XIII - su capital primigenia, antes de que sus herederos la trasladaran a Oviedo. Pelayo, desdibujado entre las brumas de la historia, tras su supuesta victoria en Covadonga, fue coronado como Princeps, y se hizo enterrar junto a su mujer Gaudiosa en Santa Eulalia de Abamia, construida sobre dos grandes dólmenes en las cercanías de Cangas de Onís. Curioso, ¿verdad? La nueva dinastía triunfante quiso legitimarse con el prestigio y el poder que simbolizaban los megalitos ancestrales de los astures. Su hijo Favila, muerto por el ataque de un oso durante una cacería, no le quiso ir a la saga y ordenó la construcción de la capilla de Santa Cruz para ser enterrado junto a su mujer Froiluba. ¿Y dónde erigió su basílica? Pues sobre otro gran dolmen, que aún es visitable en su interior. Padre e hijo, fundadores de la estipe que aún reina en nuestra España constitucional, asentaron su poder sobre los dólmenes de los primitivos astures. Una historia tan increíble como real. Covadonga, Pelayo, Asturias, primero, después reino de León, son los primeros capítulos del relato de la historia oficial de España, sucedida por capítulos gloriosos como la unión de Castilla y Aragón, la conquista de América y el gran Imperio que asombró al mundo durante los siglos XVI y XVII, hasta conformar una Hispanidad que, con sus contradicciones y limitaciones, aún se articula alrededor de la lengua española a ambos lados del Atlántico. El relato oficial y articulador de lo español nace aquí, en esta tierra asturiana que ahora me acoge generosa.

El relato fundacional de la Reconquista y el Imperio resultó útil durante mucho tiempo para aunar voluntades en torno a un proyecto nacional. Pero, ¿sigue siendo válido en la actualidad? No, ya resulta claramente insuficiente. Una sociedad moderna y compleja como la actual precisa de nuevos relatos para emocionarse y comprometerse con la idea de una España de futuro en la que todos tengamos nuestro sitio. Este nuevo relato no debe destruir al anterior, que encierra muchas etapas gloriosas y no suficientemente valoradas, como la increíble conquista de América – cuestionada por los valores de hoy, pero toda una proeza para los de nuestros antepasados -, de las que tenemos que sentirnos orgullosos y herederos. Padecemos, asimismo, de sombras, inquisiciones, guerras, expulsiones, opresión, como también las sufrieron todos los países de nuestro entorno, sin que parezcan mortificarse por ello tanto como nosotros. El nuevo relato no debe aplicarse en destruir ni desprestigiar al anterior, sino superarlo integrándolo.

Nuestra historia es la que es y nadie podrá cambiarla. Nuestro reino es el presente y nuestra esperanza el futuro. Trabajemos ahora en un relato motivador del trabajo conjunto. Europa, democracia, derechos sociales, Estado del Bienestar ya están razonablemente conseguidos. Debemos conjugar nuevas recetas, nuevas ilusiones, nuevos valores.

Lo hemos pasado mal con el desvarío del independentismo catalán. Una vez derrotada su sedición, construyamos un relato compartido de futuro. Y para ello, no renunciemos a los dólmenes de Cangas ni a lo que simbolizan. Al contrario, aprovechemos su sólido asiento para soñar una España mejor para todos. Que la esencia de los relatos son los sueños y, como los sueños, sueños son, cimentémoslos sobre el sólido roquedo de nuestros dólmenes ancestrales. Que, si no, puede que se los lleve el viento…. 

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