La salita de Moy

Bienvenidos a la generación Millennial

Si usted va por la calle y ve a uno correr despavorido alrededor del puesto Carlos y Jose de las hamburguesas, no se asuste...

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Si usted va por la calle y ve a uno correr despavorido alrededor del puesto Carlos y Jose de las hamburguesas, no se asuste. Si está en la oficina y observa que su compañera comienza a pellizcarse la cara, tranquilo. Si estás en el Metro y un joven comienza a gritar como si estuviera en el Benito Villamarín junto a 48.000 béticos, cálmese que al menos hoy no va a morir nadie. Así que respira, pestañea, muérdase levemente la lengua y límpiese los zapatos antes de entrar en esta salita donde habita un miembro de la generación Millennial.

Siglo XXI. La crisis de la depresión deja paso a la pandemia más temida e ingobernable: la ansiedad. Soy ansioso, como diría aquel, y hago cosas extrañas pero no soy un extraño. Somos tantos en España que podríamos llenar todos los estadios de fútbol de Primera y Segunda en una misma tarde. Aunque debe resultar gracioso que cientos de miles ansiosos se congregaran en un mismo recinto. El resultado de los partidos serían sin duda lo de menos.

Estoy plenamente convencido que muchos de los miles de lectores de este prestigioso periódico comprenden perfectamente de lo que les hablo. Pero hoy mi mensaje no va dirigido a ellos. Demasiado tenemos ya con pelear contra el “coco”. Hoy quiero hablaros a vosotros, a los que nos veis y no sabéis como reaccionar. Y os confieso que no debe ser nada sencillo, pero vuestra ayuda siempre ayuda. Los Millennial, como denominan los americanos a la joven generación ansiosa, somos seres normales, capacitados para trabajar y con un cerebro del mismo tamaño que los habituales. Por ahora no mutamos, creo, ni siquiera contagiamos, aunque esto último lo comienzo a poner en cuarentena. Lo que está clarísimo es que pretendemos vivir y sonreír como un humano más, pero en ocasiones aisladas la taquicardia, la asfixia o los mareos nos lo prohíben. Confieso que temo la cama en las noches o conducir durante trayectos largos, pero nada que no tenga remedio. Y la cuestión no es pediros auxilio cuando el mejor remedio para una crisis llega a ser la soledad, sino la comprensión. Hablaros, contaros, explicaros y que nos sintamos apoyados por vuestro aliento. Calma, os lo prometo.

Los Millennian somos el resultado del último estudio en probetas de los políticos ineptos que nos gobiernan. Somos la raza del silencio, inmortales en la enfermedad, pero frágiles en las calles. Somos el reflejo de un espejo social maltratado por la crisis, la violencia, el desempleo, la inhumanidad. Por eso, no somos raros, sino simplemente somos como platos rotos que alguna vez habitaron en vuestras castigadas vidas. Y volveremos a ser lo que fuimos. Lucharemos para recuperarnos de esta severa lesión. Pero mientras tanto sólo te pido, y no por mí sino por ellos que te rodean cada día, que en cada pisada observes con atención antes de pisar. Un pisotón mal dado puede ser fatal.

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