La salita de Moy

Sólo Carmen para toda una vida

Sevilla se viste de marrón y blanca en estas fechas marineras...

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Sevilla se viste de marrón y blanca en estas fechas marineras. Días en los que el amor a María responde al nombre de Carmen, el de San Leandro, el de Calatrava, el de Triana, el de San Gil, el de Santa Catalina, el del Santo Ángel... Multitud de barrios que visten escapularios cuando asoma en el horizonte de los mares el señalado 16 de julio. Así te invito hoy a que entres en esta salita donde la brisa es sevillana y la arena chipionera.

Porque hay nombres que reclaman el amor más puro a María. Casi sin nombrarlo, sólo por las olas que rompen en la orilla y borran las huellas de tu alma. Por el mero hecho de pisar los días de julio, todo nos acerca a aquella fortaleza milenaria en la que nació la luz en lo alto de un monte llamado Carmelo. Desde el siglo XII erigido como el santuario y germen de la Orden Carmelita, allá por Haifa, al norte de Israel.

Pero será que su nombre me traslada a mi infancia. Será que su rostro es la razón de mi calma. Será que su gloria es el paraíso terreno de mis plegarias. Será que todo me lleva a ella, a las más fuerte de entre las mujeres, al sabor inconfundible de esos platos de puchero, a esos manantiales que derivan en el travieso crío que no quiere crecer. Porque sus riñas siempre fueron razonadas. Porque sus guisos labraron los caudales más precisos de los placeres culinarios. Porque sus besos eran latidos del corazón. Porque sin ella no sería yo. Porque sin ellas no seríamos nosotros.

Y pasa el tiempo y los años envejecen a un amor de verano que siempre superó a los gélidos inviernos. Porque será que nada es eterno y sus manos ya no me agarran con fuerza. Que aquellas voces desde la ventana para buscar el bocadillo ya no agudizan mis oídos. Que las noches de paseo por el balcón del mar quedaron en la retina para memorizarlas por siempre.

Y aunque toda fortaleza caiga por el desgaste y las mil batallas, cuando los vientos soplan y parecen desmoronarla como un castillo de arena, ésta por siempre se mostrará impecable e indestructible. Porque el amor será eterno y su nombre inmortal. Porque ese corazón dejará de latir, pero nunca de palpitar. Por eso se llama Carmen y el mar la custodia. No, cuando se marche no se irá, cuando decida descansar será para habitar en nuestras almas y levantar a toda una familia a base de fuerza, trabajo y constancia, como siempre hizo. Y aunque la naturaleza borre sus pisadas de la arena de la Cruz del Mar, sus huellas seguirán marcando el camino del nieto que aprendió a caminar observando como ella se levantaba una y otra vez a pesar de las vicisitudes de una laboriosa vida. Feliz día del Carmen, abuela.

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