La salita de Moy

La Navidad Cristiana, según Sevilla

Es bonito, ¿verdad? Mi trabajito me ha costado montarlo. Y lo de las montañas con un río de plata que lo atraviesa...

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Es bonito, ¿verdad? Mi trabajito me ha costado montarlo. Y lo de las montañas con un río de plata que lo atraviesa, ¿eso?, una verdadera obra de arte. Pero pasa, pasa, que aquí hay más adornos en una salita donde ya es Navidad. Ah, no entres sin limpiarte los zapatos, que eso ni en fiestas te lo perdono.

Espera que enciendo el árbol. No está muy mal adornado, ¿no?, aunque está la cosa cortita de luces. Luego me acercaré a algún chino a comprar pilas, que esto de las modernidades del IKEA es lo que tiene. Pero bueno, no desentonan según la Sevilla pulcra, la que siempre ve la paja en el ojo ajeno y le busca los tres pies al gato. En fin. Este año no gustan las luces del centro de la ciudad. Unos porque dicen que las de la Avenida parecen las de la calle Larios cuando Málaga se viste de feria. Otros porque creen que este año el Ayuntamiento ha cerrado la cartera de gastos y no ha dado para más. Y están aquellos que por criticar, critican hasta que las luces no tienen motivos cristianos y que más que Navidad esto parece algo así como una vulgar y pobrecita velá.

Que sí. Que el Alumbra Sevilla se ha fundido y que incluso el carrusel de la Plaza de San Francisco parece haber hasta encogido. Que sí. Que el morado de la Constitución me recuerda más a mi Hermandad de La O en la tarde de un Viernes Santo que a la cena familiar en la Nochebuena de nuestros recuerdos. Que sí. Que miro en cada esquina y no veo entre las luces el retoño del Niño Dios que vuelve a nacer en la Navidad cristiana. Que sí, que todo está genial, pero que no todo puede ser criticar, sino reflexionar.

Analicemos nuestras Navidades. La razón de una fiesta que llena de esperanzas a tantos que la necesitan no durante unos días, sino durante todo un año. El alma de unas fechas que todos remarcamos en rojo en nuestros calendarios para excusar decenas de homenajes a costa de bien, mientras muchos se desloman cargando cajas y cajas, kilos y kilos de alimentos para tantas familias que de no ser por estos gestos no sabrían como explicarle a sus hijos que este año no habrá Navidad. Y no es cuestión de ser ventajista, ni de esconder la mano, porque al menos este que te habla  ha caído mil veces sobre la misma piedra, la del consumismo y la hipocresía. Pero quizás haya que encender otras luces, la de la realidad de una vida que nos rodea, y olvidarnos por un rato como seguir metiendo los dedos en la llaga.

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