La salita de Moy

Conversación con un móvil hecho trizas

Todo se paraliza. Las agujas del reloj se detienen en el tempo perdido de los momentos...

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Todo se paraliza. Las agujas del reloj se detienen en el tempo perdido de los momentos. Nada ni nadie recompone el sentido de una pérdida tan dolorosa. Todo es una mera pesadilla sin un despertar que alivie el pesar del alma. Pero pasa, no te quedes en la puerta. Quédate por un rato en esta salita para que hablemos tú y yo de lo que hemos dejado de ser por un rato. Ah, y no hace falta ni que te limpies los zapatos, porque sólo una funda te envuelve y tus pies son mis manos.

¿Qué fue antes? ¿El hombre o el teléfono móvil? Las respuesta es tan sencilla como evidente, pero el sentir pone en duda todo tipo de lógicas cuando a una persona le arrebatan la posibilidad de continuar su vida con normalidad. Sí, ya no sabemos vivir, ni siquiera respirar, cuando nos quedamos sin móvil, aunque sea por unos días.

Pero hoy me quiero sincerar contigo, aunque a veces las verdades duelan. Caíste como las cadenas que al preso desata y tu pantalla se hizo trizas como el corazón que amarga en el amor perdido antes de volver a renacer. Pensé que no sobreviría durante tres días y a más de 900 kilómetros de casa. ¿Qué iba hacer sin poder buscar en Google Maps la ubicación de mi hotel? ¿Cómo iba a almorzar sin rastrear las recomendaciones web? ¿De qué manera iba a saber el horario de los trenes para desplazarme de Santiago a Coruña cuando todos duerman?

Pero sí. Sobreviví. Caminé, comí, disfruté, incluso respiré. Y todo sin que me saliera ningún tipo de ronchas por el cuerpo, ni que se me cayeran a trocitos los dedos. Es más, a toro pasado te confieso que esta terapia de choque, nunca mejor dicho, me ayudó a liberar el aire que en ocasiones me atosiga y que, como a otros muchos, les lleva a la dependencia vital sobre sus teléfonos móviles. Y no te discuto que sea un útil muy provechoso en esta rutinaria vida, que contigo todo parece mucho más sencillo y que tus melodías forman parte de un idioma que sólo entendemos tú y yo. Pero eres una carga de responsabilidad que poco difiere del estrés y la tensión natural del hombre, incluso la agravas en la permanencia que como una sentencia todos firmamos. No te voy a mentir. Nada más regresé a casa busqué un sustituto y lo conecté a mis hábitos, aunque pronto volverás a ser el protagonista de esta mi vida. Serás reparado y volverás para quedarte. Pero tenlo en cuenta. Supe lo que es vivir sin ti unos días y no siempre te eché de menos.

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