Je suis moi mais...

Hace algunos años quien no tenía una hoja de ruta no era nadie en este mundo globalizado...

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Hace algunos años quien no tenía una hoja de ruta no era nadie en este mundo globalizado. Tener un plan pasó a ser poco cool, algo anticuado y carca frente a los nuevos gurús que sacaban de la manga el comodín de una hoja de ruta para resolver cualquier asunto, aunque luego resultara tan inservible como los defenestrados planes y proyectos. Como el aloe vera, la hoja de ruta servía para todo, desde la desmilitarización y posterior democratización del Irak post Sadam Husein, pasando por el proceso de paz entre israelíes y palestinos, hasta llegar a lo más cercano, siendo utilizado como un sortilegio resuelve-todo por algunos de nuestros dirigentes políticos o, incluso, por algunos iluminados de nuestras hermandades de Semana Santa. La hoja de ruta molaba, y todos querían una.

Pues bien, la hoja de ruta dejó de molar y fue sustituida por otra fórmula de elevada potencia novelera, tanta como para que todo el mundo la utilice aún sin analizar qué significa. Me refiero al “todos somos”, o a su versión francesa, “je suis”, que ha cobrado un triste protagonismo en las últimas semanas debido a los execrables e injustificables asesinatos de ciudadanos en venganza por las supuestas ofensas contra un profeta. Esta ola de solidaridad internacional con los asesinados y sus familiares, así como con el pueblo francés, es absolutamente exigible entre quienes se consideran hombres y mujeres de bien y defienden los valores democráticos que, aún con todas sus graves carencias y perversiones, disfrutamos en Europa. Lo que me preocupa es que ese impulso solidario se transforme en un simple eslogan novelero, tras el cual no haya el más mínimo juicio crítico ni reflexión, convirtiéndolo al final en una adhesión tan incondicional y acrítica que casi toca el terreno del extremismo.

Lo irracional es extremista, y nuestra exigencia como sociedad civilizada es rechazar cualquier extremismo, salvo aquel que todos compartimos como principio innegociable: nadie tiene derecho a matar a otro ser humano bajo ninguna razón o justificación, ya que el primer derecho inalienable del hombre es su vida. Partiendo de este principio irrenunciable, sí debemos reclamarnos capacidad crítica y, una vez denunciados los abominables asesinatos, situar las cosas en su justo lugar. Así nos hacemos un favor, le hacemos un favor a la democracia y la libertad y nos fortalecemos como sociedad civilizada. Pero claro, ese “je suis” como adorno estético, sobre todo en el universo de las redes sociales, sin más reflexión que la previa de ordenar a nuestro dedito que pulse el intro para subirlo a nuestros perfiles digitales o a nuestra boca que lo repita en modo papagayo, es contraproducente porque amputa la posibilidad de aprovechar ese dolor para algo positivo: depurar nuestra democracia.

Y es que considero que debemos abandonar el “je suis” irreflexivo y sustituirlo por un “je suismoimais…” (“yo soy yo pero…”), añadiéndole detrás todos los verbos que signifiquen apoyo, solidaridad, justicia, identificación, unidad, defensa y un largo etcétera de adhesiones al otro agredido. Si no es así, corremos el riesgo de situar a partes de nuestra sociedad como iconos sagrados y representativos de la totalidad, manchando el interés general con motas de particularidad.

Quiero decir con esto, que el semanario francés atacado debe ser defendido por todos los demócratas como símbolo y garante de la libertad de expresión, pero también debemos tener la suficiente capacidad crítica para no elevarlo ni equipararlo con un ataque al periodismo, ya que en democracia el periodismo riguroso debería ser otra cosamás que sátiras de dudoso gusto.Esto hay que decirlo, no es una justificación sino la defensa de un pilar de la democracia y su definición exacta para evitar confusiones. Esta reflexión, que deslindala defensa de la libertad de expresión y el rechazo al asesinato del diferenciar, y dignificar, al periodismo -relato de la realidad basado en datos y hechos objetivos-de la sátira de actualidad, es un ejercicio que nos vuelve más reflexivos, depura la democracia y nos refuerza como sociedad frente el terrorismo.

Prefiero eso a un simple “je suis” en un muro de las redes sociales.

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