Ay, americanos...

Claro que es bueno para Sevilla, pero sería mejor si el rodaje fuera un complemento de una economía poderosa y con valor añadido, y no al contrario, que estos fuegos artificiales se hayan convertido en nuestro endeble eje económico

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En estos días a Sevilla se le ha puesto cara de Villar del Río, aquel pueblo deliciosamente novelero que el genio de Berlanga retrató con ácido humor en su obra maestra Bienvenido, Mister Marshall. Aquella ficticia localidad se revolucionó con el anuncio de la visita de los americanos -nombre que daban sus habitantes a los estadounidenses- con motivo de las supuestas ayudas del Plan Marshall.

 

Más de sesenta años después de la película, los americanos vuelven a anunciarnos que somos los elegidos para su nuevo formato de plan de ayudas, en este caso para el rodaje en nuestra ciudad de la próxima temporada de la serie Juego de Tronos de la cadena yanqui HBO. Y como las cobras que se yerguen con el sonido de las flautas de sus encantadores, así se ha erguido el ánimo de esta ciudad, tan hundido y pisoteado en los últimos tiempos, al escuchar los cantos de sirenas que le llegan desde el Trono de Hierro del Poniente, harta de esperar que, por ejemplo, se le dé uso de una vez por todas al Puente de Alfonso XIII, que también es de hierro y le coge más cerca.

 

El caso es que en estas jornadas la ciudad revive muchos de los gags de aquel pueblo gobernado por el entrañable Pepe Isbert y se transforma en Sevillar del Río Guadalquivir, la typical spanish city in crisis ideal para que los americanos graben su serie con unos costes bajos, dejen algunos dólares de propina y se vayan sin volver la vista atrás pero con recuerdos que les harán exclamar cada dos por tres oulé Siveglia, mientras aquí los sevillanitos, que se han vestido con sus mejores galas para recibirlos, verán que la serie no era la solución para sus verdaderos problemas y que la vida, como canta ese gallego que encandila a los yanquis, sigue igual.

 

Nuestro alcalde, como alcalde nuestro que es y que nos debe una explicación, y esa explicación que nos debe, nos la dio, no solo ha difundido la noticia con desbordante satisfacción sino que ha pedido a los americanos de la HBO que consideren rodar en otras localizaciones de la ciudad e, incluso, que graben próximas temporadas de Juego de Tronos, faltándole añadir que ningún sitio mejor para hacerlo que esta villa donde tan dados somos a los juegos no de tronos sino de pasos y a las conspiraciones barriobajeras por llegar a ocupar sitiales que más allá de las fronteras del Aljarafe son un concejal de Cuenca, tal y como diría el gran Chiquito de la Calzada.

 

Qué quieren que les diga, no soy un derrotista ni un demagogo, pero creo que a falta del pan del empleo y de una estrategia económica e industrial seria para sacar a Sevilla del hoyo buenas son estas tortas de los rodajes de series, por lo menos para entretener el hambre que tenemos de una urbe moderna y productiva. Los sabios de esta ciudad nos señalan con el dedo una luna de cartón piedra y para no parecer como el necio del proverbio, los sevillanos miramos fijamente al satélite de mentirijilla con cara de aprobación mientras pisamos, sin darnos cuenta, un suelo desertizado de cualquier industria con futuro y no vemos cómo nuestros mejores talentos deben marcharse fuera a buscarse las papas. Por eso acojo con cautela esta noticia: claro que es bueno para Sevilla, pero sería mejor si el rodaje fuera un complemento de una economía poderosa y con valor añadido, y no al contrario, que estos fuegos artificiales se hayan convertido en nuestro endeble eje económico.

 

Y la culpa no es del ciudadano de a pie, del vecino de esta Sevillar del Río Guadalquivir, que bastante tiene con trabajar y vivir dignamente, y al que pocas salidas más le han dejado que la de apuntarse al casting para participar de extra en la serie o atender a la caravana de americanos que llegará en breve. Así las cosas, la ciudad queda reducida a figurante de sí misma, sobre-actuándose para agradar a los forasteros que vienen con tantos parneses y divisas, y, como la zalamera Lolita Sevilla -quítenle el nombre-, cantando con su mejor sonrisa y exagerado acento aquello de “os recibimos, americanos con alegría…”.

 

Esperemos que no se repita el triste final de la genial película de Berlanga y que estos americanos de la HBO traigan algo más que humo bajo el brazo para nuestra Sevillar del Río Guadalquivir.

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