La Gatera

La cocina de Marguerite Yourcenar

Se cumplen hoy 114 años del nacimiento de una de las mujeres más fascinantes que ha dado la Historia...

Se cumplen hoy 114 años del nacimiento de una de las mujeres más fascinantes que ha dado la Historia. Marguerite Yourcenar, o mejor dicho, Marguerite Antoinette Jeane Marie Ghislane Cleenewerck de Crayencour, que con este larguísimo nombre nació en el 1903 en Bélgica. Hija de un noble francés que fue diplomático y de Fernande de Cartier de Marchienne, una muchacha que provenía de una acomodada familia belga.

Marguerite se quedó huérfana de madre a los once días de nacer y pasó su infancia en un castillo propiedad de la familia de su padre, estudiando, leyendo de una forma autodidacta y muy lejana de lo que se esperaba de una señorita en aquellos tiempos. Más tarde, se marchó a vivir a París y viajó por toda Europa como complemento a sus amplios conocimientos. 

Después de la Segunda Guerra Mundial se marchó a los Estados Unidos junto a su compañera Grace Frick. Allí se dedicó a la enseñanza y publicó una de sus obras, quizás uno de los libros imprescindibles en la vida de cualquier lector. Memorias de Adriano. Una obra breve, escrita en primera persona en forma epistolar y que tardó en preparar más de catorce años. Frick la traduciría al inglés como el resto de su obra. Y para suerte de los que hablamos español, la traducción a nuestra lengua la hizo Julio Cortázar.

Cuentan que Yourcenar y Jorge Luis Borges se encontraron en Ginebra en 1986, seis días antes de la muerte de Borges. Ella le preguntó: “Borges, ¿cuándo saldrás del laberinto?”, y él le respondió: “Cuando hayan salido todos”.

Hace unos días tuve la suerte de toparme con un pequeño libro donde se desvela la pasión de Yourcenar por la cocina. Se trata de “La mano de Marguerite Yourcenar. Cocina, escritura y biografía”, de Michèle Sarde y Sonia Montecino. Un libro delicioso por doble partida, por las recetas que trae y porque cumple con ese deseo íntimo de cada lector, que no es otro que meter las narices en la vida cotidiana del autor.

De muchos de los consejos que, la que fue la primera mujer elegida miembro de número de la Academia francesa, ofrece en este pequeño volumen, me quedo con estos dos: “El té, caricia de Buda. Medicina ligera, apoyo casi espiritual” y “beber un poco de vino a la noche como una medicina deliciosa”. Siempre acompañada de un buen libro. Este último es mío...

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