La Gatera

Todo está en los libros

El unicornio, Alejandría, Aldana en Alcazarquivir, Kim de la India y Samarkanda, Santa Teresa y Boabdil, Ítaca, la muralla china, las minas del rey Salomón...

El unicornio, Alejandría, Aldana en Alcazarquivir,  Kim de la India y Samarkanda,  Santa Teresa y Boabdil, Ítaca, la muralla china, las minas del rey Salomón,  flores del mal y gatopardos y caminos de perfección,  todo, todo, todo está en los libros...  Si usted en el año 1982 ya se había quitado los calcetines blancos, como servidora, le sonará esto, y hasta lo habrá cantado al leerlo. Pues sí, es la cancioncilla que Fernando Sánchez Dragó encargó a Jesús Munárriz, que, a su vez, contó con Aute para componer la música y con Carmen Machado para poner su voz, para abrir un maravilloso programa en la sobremesa de los sábados que se llamaba Biblioteca Nacional. ¿Se imaginan un programa así en esa franja horaria en 2017? No, ¿verdad?

Pues muchos nos comíamos el postre con la nariz pegada al Vanguard, convencidos de que, efectivamente, todo estaba en los libros. Y desde luego que lo estaba. En los libros estaba incluso el acercamiento a otras culturas y a otras religiones, como en las Mil y una noches, donde Sherezade, como en una danza de siete velos, iba despojándonos hoja a hoja de intolerancias y miedos, susurrándonos que detrás de la ventana de nuestra habitación había otros mundos, y que sólo había que bucear entre sus páginas para encontrarlos.

Nosotros, esa generación que no conocimos las Erasmus, ni Raynair, y que nuestros viajes de fin de curso nos llevaban como muy lejos a Mallorca, viajamos y nos curtimos a través de las páginas de los libros que leíamos. Montados en la pequeña balsa de troncos como Tom Sawyer aprendimos que la mejor aventura siempre se vive con los ojos cerrados, y que el miedo siempre tiene forma de Cuervo en las historias de Poe, pero que hasta a los cuervos se les puede espantar con las manos. Manos que acarician páginas, eso sí.

Libros, libros, todo está en los libros. No se engañe. Lo malo es que los libros no están donde deben estar. Es decir, en nuestras manos, en las manos de nuestros jóvenes y en las manos de nuestros niños. Este domingo celebramos el día del libro, el 23 de abril, como homenaje a Cervantes y a Shakespeare. Pero sobre todo como homenaje a nosotros mismos. A los que perpetuamos las historias desde la mirada que nunca envejece. La mirada del lector. 

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