La Gatera

Fea

Voy a pedirles que hagan conmigo un ejercicio de crítica a ver si llegamos a la misma conclusión...

Voy a pedirles que hagan conmigo un ejercicio de crítica a ver si llegamos a la misma conclusión. Imaginen por un momento un quirófano donde se está practicando una operación, a vida o muerte, a un paciente muy debilitado. El cirujano pide a una enfermera un tipo concreto de pinzas y la enfermera le entrega una equivocada. El error es involuntario y subsanado sobre la marcha. Pero aún así, el cirujano se enfada y llama fea y mal vestida a la enfermera. En ese momento se detiene todo. El anestesista se indigna y llama machista al cirujano. Otras enfermeras llaman a los medios de comunicación para denunciar la aptitud chulesca y prepotente del cirujano, que injustamente ha descalificado a su compañera denigrándola por su aspecto físico. Llega la televisión que hace un careo entre el cirujano y la enfermera, donde ambos se insultan, enredando aún más el tema. La redes sociales arden en ambos bandos, enarbolando banderas de todos los colores.

Entretanto, el pobre paciente yace moribundo en la camilla, esperando que alguien termine de operarle y le dé solución a sus males.
Absurdo, ¿verdad?

Pues esto es muy parecido a lo que el pueblo de Bailén acaba de presenciar. Le puede parecer esperpéntico, pero en el fondo es lo mismo. Una exalcaldesa se queja de que el actual alcalde le ha llamado fea y mal vestida, en el contexto nauseabundo de las redes sociales. Una televisión, Antena 3, hace un careo entre ambos, asaeteados por los periodistas, que ayer celebraban el día de la Libertad de Prensa, que apenas les dejan explicarse. No tienen porqué, el veredicto está definido antes de que les colocaran los micrófonos. El alcalde es un machista, y la exalcaldesa es la víctima. Aquí no hay matices, no hay explicaciones. La audiencia no la necesita. Y a nadie le importa que el año 2015 se saldara con 112 mujeres asesinadas, 8 mujeres más que en el 2014. La cifra sube y nosotros no queremos ver que estamos haciéndolo mal. Que las víctimas son jóvenes, y los agresores también. Que nos estamos enredando en lo accesorio, en la superficie del problema.

Y mientras, en la camilla del quirófano que es España, los ciudadanos esperamos que alguien sature la herida por la que nos estamos desangrando.  

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