La Gatera

Pequeñas cosas

Hace unos días escuchaba a Marina Rossell describir a Georges Moustaki como \"el guardián de las pequeñas cosas\"...

Hace unos días escuchaba a Marina Rossell describir a Georges Moustaki como "el guardián de las pequeñas cosas". En un mundo globalizado donde la velocidad sólo nos deja ver a los grandes meteoritos y se nos escapa el polvo de las estrellas, no se me ocurre un calificativo mas hermoso que ser el guardián de las pequeñas cosas. El guardián de un apretón de manos a tiempo, de una taza de té de canela entre amigas, de un viejo libro en el que encuentras un billete de autobús que te traslada a tu juventud. El guardián del acerico de tu madre con los alfileres de tu niñez que siguen sujetando su cariño.

Todas estas pequeñas cosas, como cantaba Serrat, de las que quisimos desprendernos en algún momento, aventados por falsos aires de modernidad o de independencia, y que colocaban la mordaza del miedo a la cursilería y a la frivolidad a unos labios que tenían miedo de decir esta boca es mía.

Hablo con amigas que acariciamos la cincuentena, mujeres de todo tipo, independientes, preparadas, profesoras de universidad, funcionarias, ejecutivas... Mujeres con poder, político, empresarial o legislativo. Y todas coincidimos en una revolución para la vuelta a las pequeñas cosas. De recuperar sin complejos esos pequeños momentos de paz. Una paz sencilla, cotidiana, de andar por casa. Absolutamente compatible con nuestra lucha por la igualdad. Es más. Además de compatible, necesaria para medirnos la coherencia.

Algunas hemos abrazado la fe del ganchillo, otras la de la cocina, otras  la del patchwork... Estoy rodeada de libros sobre cupcakes, tartas de fondant, patrones de vestidos de flamenca.... Libros que se mezclan con los de Kawabata, Murakami, Delibes en mi mesita de noche. En las de mis amigas.

Demostrando que somos capaces de todo. De lo mas bello y de lo más atemporal. Y sentirnos tan válidas redactando un contrato, escribiendo un artículo, que tejiendo un gorro de bebé o batiendo huevos para un bizcocho.

Yo quiero reconocerme en las manos de mi madre, en las de mi abuela Gabriela, mujeres que fundaron un matriarcado, que ríanse ustedes de Bernarda Alba, y que supieron ejercer su mandato con la elegancia de la seda. Y en las manos de mis amigas que están aprendiendo a ser también, guardianas de las pequeñas cosas..

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