La Gatera

Artesacro

Escribo esto a la misma hora que en el Teatro de la Maestranza se está pregonando a Sevilla...

Escribo esto a la misma hora que en el Teatro de la Maestranza se está pregonando a Sevilla. Ojalá salga ileso el pregonero de tan difícil hazaña en una ciudad demasiado exigente y en muchas ocasiones injusta con los que la aman tanto.

Yo estoy sentada en el salón de mi casa porque quiero hablarles de otros pregoneros. Unos que pregonan todo el año ataviados con un chaleco de fotógrafo como chaqué, y con el trípode como atril. Pregoneros que a través del objetivo de sus cámaras han ido contando la historia de esta ciudad durante los últimos diez años.

Estos pregoneros altruistas, que van arañando horas a sus familias para que cada día, repito cada uno de los 365 días del año, podamos encontrar todo lo que tiene un leve aroma a incienso en Sevilla, cumplen diez años.

Diez años haciendo información cofrade seria y desde la honradez, sin amarillismos que tanto gustan últimamente. Información cofrade hecha sólo por ellos, que en este mundillo no hay nada que guste más a un bloguero que se cree el David Frost cofrade, que birlar una foto y un texto sin citar una fuente.

Dos veces he repasado la exposición que muestra el Círculo Mercantil (enhorabuena Práxedes). La primera, el día de la inauguración (no cabíamos allí tantos amigos que os queremos), y al día siguiente con más tranquilidad, con mi querido Eduardo Carrera. Allí coincidimos con el maestro Burgos y con Paco Robles. Saludos cariñosos y reconocimientos a los chicos de Artesacro. Lo que procede, que para eso somos todos amigos.

Pero al fondo de la sala veo a un grupo de chavales de unos quince años. Tienen pinta de que se han saltado alguna clase en un instituto no muy cercano. Están frente a una fotografía que muestra una bulla alrededor de un paso. Los chicos juegan a identificar a muchas de las personas que están en la foto. De repente, uno de ellos dice al resto: “¡Quillo, quillo, somos mi hermano y yo! ¡Voy a llamar a mi madre! ¡Qué estamos en una foto de Artesacro! ¡Qué arte!” Los demás jalean y ríen.

Ya no hay que decir más. La Semana Santa de verdad, la de los cofrades anónimos, la que nadie pregona, la que no conoce el postureo ni las puñaladas, la que sólo se puede dibujar con el corazón limpio de mis chicos de Artesacro, cumple diez años.

Enhorabuena.

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