La Gatera

Con-traste

Alguien me contó una vez que el guitarrista del mítico grupo Queen, Brian May, tocaba una guitarra que había hecho con sus propias manos cuando era un adolescente...

Alguien me contó una vez que el guitarrista del mítico grupo Queen, Brian May, tocaba una guitarra que había hecho con sus propias manos cuando era un adolescente. Utilizó la madera de una chimenea vieja, la bautizó como “Red Special” y le ha acompañado durante toda su vida. Una verdadera historia de amor. La historia de un hombre y su guitarra.

Les cuento esto, porque servidora tiene la gran suerte de que la vida siga guardándose ases en las mangas para sorprenderla. Hace unas semanas un buen amigo consiguió convencerme para acudir a una pintoresca y bellísima peña flamenca en la calle Castellar de la que es socio, y de la que me había hablado maravillas. Confieso que mi primer interés era dejarme seducir por el baile, porque no hay nada que me fascine más que las manos de las bailaoras rasgando la tragedia del tiempo. Pero, miren ustedes qué sorpresa, que entre los flecos de un mantón negro de luto flamenco, y el quejío de bronce adusto del cantaor, una guitarra llenaba la sala de sentimiento con la humildad que sólo tienen los genios. Seis cuerdas abrazaban el talle de una mujer hermosa que se mecía a los aires de una soleá entre versos de Miguel Hernández. El Cielo debe ser algo muy parecido.

Las manos que acarician a una guitarra con el amor que acaricia Miguel Pérez son manos que dibujan la magia de la música. Esa magia que se desprende del sentimiento que no nace del corazón, que nace mucho más profundo, de eso que llamamos entrañas y que es donde guardamos los dolores más íntimos.

Al terminar la actuación quise felicitarlo y me acerqué a él. Reconozco que no podía dejar de mirar sus manos. En tiempos, como decía el maestro Sabina (Joaquín) de falsos profetas, es casi un milagro ver la verdad enredada en las manos de un maestro.

Me explicó en pocas palabras lo que significaba para él aquello, y me vino a la cabeza lo que decía el bueno de Nietzsche, que la vida sin música es un error.

Con esa generosidad que tienen los grandes con sus obras, puso en mis manos su disco Con-Traste. Una delicia que me acompaña mientras escribo estas palabras, y que les recomiendo que busquen y se dejen perder en sus acordes. Nos darán la razón al filósofo alemán y a servidora.

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