La Gatera

Muslamen

Soy de la opinión de que la gente no madura, envejece. Y algunos envejecen mal...

Soy de la opinión de que la gente no madura, envejece. Y algunos envejecen mal. No les hablo de arrugas como cicatrices del pasado. Benditas sean. Les hablo de quienes durante la juventud han sabido disimular una carencia en su exiguo intelecto, y pasados los años abren de par en par el armario de la estupidez y sacan a la luz su falta de sentido común sin rastro de pudor. Como un topless de neuronas, o de la falta de ellas.

Escribo esto enfadada, muy enfadada, después de leer un artículo de Rodríguez de la Borbolla, al que ha titulado “Celulitis juvenil”.

En tiempos donde se me ocurren como pocos unos veinte temas indispensables sobre el futuro de esta comunidad (al fin y al cabo, este señor fue presidente de la Junta de Andalucía), se nos deja caer hablando de las jóvenes (mujeres, exclusivamente) que pasean por la calle con un problema de celulitis, terminando con momento seudo-forgiano (y que me perdone el maestro Antonio Fraguas Forges) proclamando “Defendamos el muslamen nacional”.

¿Cómo se le quedaría el cuerpo a este señor, o otros señores que compartan este disparate, si a servidora le da por escribir un artículo sobre la disfunción eréctil en la madurez y lo frustrante que nos resulta a las señoras encontrarnos con este chasco,  y si además termino el mismo con un “Vivan las pichas bravas”?

Imagino que restaría muchos puntos a mi reputación y menguaría bastante mi saldo de coherencia. Por otro lado, les aseguro que no me preocupa en absoluto la disfunción de ningún miembro, incluso ni el de un ex-presidente de la Junta.

Lo que sí me preocupa es que se frivolice con algo muy serio. Si quiere, querido Pepe, hablamos de malos hábitos de comida, de educación nutricional, de trastornos de alimentación, de baja autoestima en la mujer y su consecuencia en la violencia de género... De temas que a usted, al periódico donde ha publicado ese disparate y al resto de andaluces deberían preocuparnos. Pero para decir que a usted le molesta que “el muslamen nacional” por las calles del centro no le recree la mirada, busque una taberna con serrín en el suelo, o la máquina del tiempo de Julio Verne, y trasládese unos sesenta años atrás. Se sentirá mucho más cómodo.

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