La Gatera

The Quantum Ones

Casi cuarenta y cinco años separan dos azoteas prodigiosas donde los acordes de “Come Together” han desafiado a la intemperie...

Casi cuarenta y cinco años separan dos azoteas prodigiosas donde los acordes de “Come Together” han desafiado a la intemperie. Una en el 1969, en plena Abbey Road, aquel mítico concierto inesperado que ofrecieron unos consagrados Beatles a los asombrados vecinos bajo el frío del invierno londinense. Otra este último año, en la sevillana calle Sol, uno de los lugares improvisados donde The Quantum Ones, (Ignacio, Carlos y Pablo) han ensayado con la ilusión puesta en su primer concierto. Son jóvenes pero saben muy bien lo que hacen. Nacieron de la cosecha del 1995-1996, cuando la música empezaba a quitarse las hombreras y a desconectar los sintetizadores. Y en medio de esta década de música vulgar, han decidido rebuscar entre los vinilos de sus padres temas de Rolling Stones, de Pink Floyd o de la añorada Nacha Pop. Les preguntamos por qué y sólo aciertan a decir que la música actual es muy mala. No se puede decir más claro. Servidora no se atreve a rebatirles, no tengo argumentos.

El sábado dieron su primer concierto. Una cruz de mayo en un colegio sevillano fue su Caverna de Liverpool. Allí estábamos infiltrados un pequeño grupo de cuarentones, más por cariño que por devoción, pero que terminamos entusiasmados como si el tiempo hubiera retrocedido. Pero lo más sorprendente era ver, y sobre todo escuchar como chavales de quince años coreaban a los Quantum Ones mientras éstos versionaban una particularísima “Another Brick in the Wall”, con la que forzosamente cerraban el concierto, que la normativa no entiende de música, y a las doce Pink Floyd se convierte en calabaza. Parafraseando al escritor Miguel Andréu (que brincaba como yo en el concierto) las buenas canciones viven en el mejor sitio del mundo, en nuestra mente. Quizás por eso Ignacio, Carlos y Pablo han escogido beber de esos acordes sin perder ni un ápice de su idiosincrasia sevillana. De ahí su grandeza.

En una ciudad que esta semana ha otorgado algunas medallas que servidora se atreve a poner en duda, está pasando algo, gracias a Dios. Nuestros jóvenes se rebelan contra esa mediocridad que queremos darles de comer, y prefieren rebuscar en nuestros altillos y sacar los vinilos que nos hicieron vibrar. Es una buena noticia, no lo estropeemos.

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