La Gatera

Honestidad de poeta

Hace algunos años, en una noche de vino y poesía, mi querido Antonio Porpetta me contó una anécdota muy ilustrativa. Antonio tuvo como todos los poetas un pasado prosaico...

Hace algunos años, en una noche de vino y poesía, mi querido Antonio Porpetta me contó una anécdota muy ilustrativa. Antonio tuvo como todos los poetas un pasado prosaico. En este caso como directivo de una multinacional. Durante una negociación en Japón, y viendo que su “contrincante” no cedía, le pidió al intérprete que le preguntara sobre sus aficiones. El japonés con la misma tensión contó muy someramente en qué gastaba el tiempo libre, y como pura cortesía devolvió la pregunta. A lo que Antonio contestó: “Soy poeta”. Desde ese momento las negociaciones fluyeron dentro de una cordialidad inesperada porque en Japón la poesía merece un solemne respeto.

Con frecuencia, gracias a este bendito oficio de editora que ejerce una lo mejor que puede, tengo largas conversaciones con poetas. He escuchado el dolor que produce derramar en un papel lo que nace como idea y te va creciendo dentro como una pequeña obsesión, tan tenaz que estás deseando librarte de ella, pero sabes que una vez liberado te quedarás hueco, huérfano, vacío. Es el dolor delicioso de la creación.

He escuchado a poetas malos y a poetas buenos autodefinirse de muchas maneras. Algunas humildes, excesivamente humildes, otras soberbias y desmesuradas. Pero jamás había escuchado a alguien decir, yo soy un poeta honesto.

Así es como se define Felipe Santa-Cruz, que tiene en la mochila de sus 28 años, un par de libros publicados ya, (La Daga en la pluma y Rutinas) y una novela en el horno de Jirones de Azul, además de cuatro libros más esperando turno.

Celaya maldecía la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Y Santa-Cruz escribe sin más pretensión que poner en el papel justo lo que siente, embarrándose hasta arriba. Trata a la literatura con honestidad, atraviesa la literatura acariciando sus paredes, no se sirve de ella para nada más que para ser eso, honesto. No se me ocurre nada mejor.

Decía Porpetta: Me reconozco en todos mis poemas. Pero son mis poemas los que me han hecho que sea como soy. Las palabras de Felipe Santa-Cruz, han hecho que sea como es, y es en ellas donde tenemos que reconocerle. Así es la honestidad de los poetas.

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