La Gatera

Andalucía y olé

Soy de indignación fácil. Lo reconozco. Y conforme pasan los años la indignación se me instala con la misma facilidad que las pavías de bacalao en las caderas...

Soy de indignación fácil. Lo reconozco. Y conforme pasan los años la indignación se me instala con la misma facilidad que las pavías de bacalao en las caderas. Como servidora no tiene televisión en su casa, porque en mi casa lo que no se usa se elimina, la radio siempre está funcionando. Y una va digiriendo cualquier cosa que escupan los altavoces.

Hace algunas semanas que estaba oyendo, que no escuchando, una cuña publicitaria de una caja de ahorros que terminaba con una sevillana muy conocida. Les confieso que me chirriaba un poco, pero cuando puse atención me quedé de piedra. Pero de piedra pómez, de ésas que usamos para eliminar las impurezas de los pies. Porque la imagen de mi Andalucía, de nuestra Andalucía, era absolutamente deplorable.

Paso porque el tópico del andaluz flojo, juerguista, inculto y ahora derrochador de los dineros que otras regiones aportan, sea un recurso fácil para el chiste fuera de nuestra tierra. Pero me repugna que aquí se jalee ese tópico ya sea desde la publicidad de Caja Rural de Sur (sí, señores, me estaba refiriendo a ustedes, un saludo), hasta la misma televisión pública andaluza. Y no, ahora no les voy a decir eso de que hay una parte, aunque sea pequeña, de andaluces que sean así, porque tengo la costumbre de afirmar sólo lo que ven mis ojos, y quedarme siempre con la conclusión global que me da mi pobre cerebro. Y esa conclusión es que somos un pueblo trabajador, creativo, superviviente y alegre (que no juerguista), tan seguro de su personalidad que no necesita leyes que las reafirmen. Un pueblo que ha aportado a este país los mejores nombres para el patrimonio más importante que puede tener un estado: su patrimonio cultural. Ésta es la Andalucía de Murillo, de Picasso, de Dani Franca. La de Cernuda, de Machado, de Juan Ramón, de Rivero Taravillo. La de la Niña de los Peines, de Caracol, de Rocío Márquez. La Andalucía de usted que me está leyendo y que se levanta cada mañana dispuesto a cumplir con sus obligaciones y que al poner la radio en el coche lo primero que escucha es un insulto a su inteligencia, y en vez de acordarse de los padres del que ha escrito eso, arranca y se marcha a trabajar. Con un par de bemoles.

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