José Mourinho es un personaje de novela. Es de Portugal, un país hermoso, de ambiente irreal, con una atmósfera que parece sacada de un poema. Lisboa es una ciudad bonita, con rincones llenos de melancolía, en la que los tranvías parece que circulan hacia el pasado. Los portugueses están resignados a la calamidad, viven como en una obra teatral de final fatal. Un portugués es como un cubano sin alegría y con cierto toque europeo en blanco y negro. Buena gente. En medio de un sentimiento general de fracaso silenciado y contenido, Mourinho representa en Portugal la imagen del paisano que ha triunfado en la vida y por el mundo. Las avenidas de Lisboa tienen desde hace años fotografías de Mourinho anunciando cosas.
“No soy el mejor del mundo, pero no creo que nadie sea mejor que yo”, dijo en su día José Mourinho en un libro publicado por Planeta, que escribió el periodista Sandro Modeo. La obra escapaba de las biografías de deportistas al uso y formulaba un retrato sociológico, científico y sentimental, de José Mourinho y su entorno.
Mourinho prepotente. Con frases como “me siento un poco alienígena”. O una descomunal: “Ni siquiera Jesús gustaba a todo el mundo”. Pero otra donde se entrevé que en muchos casos el triunfo es una huida hacia adelante: “He visto a mi padre despedido demasiadas veces”.
El dolor infantil y adolescente por el padre, un modesto entrenador de fútbol, que sufre. De ahí puede venir esa imagen de Mourinho con aires de Bond, James Bond, junto al banquillo, su mirada glacial y su gesto desafiante, sus ademanes de agresividad y nunca de sufrimiento durante la adversidad en algún partido, esa elegancia agresiva como de un Bond latino y sin afeitar.
Porque José Mourinho se está vengando. “Paco, nuestra venganza consiste en escribir cada día mejor”, dijo un día Cela a Umbral. Cada Champions, cada Liga ganada, es para José Mouriho una venganza. Ahora dicen que el PSG le ha hecho una oferta a Mourinho de cara a entrenar al equipo parisino la próxima temporada. Mourinho ha ganado la Liga con sus equipos en Portugal, España, Italia e Inglaterra. Francia sería el nuevo reto para este tipo de mil caras.
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