El Vídeo Arbitraje, el denominado VAR, funcionó el pasado martes en el partido de la Selección Española. Sin el VAR, el resultado del Francia-España habría sido 1-1, pero con la nueva tecnología fue de 0-2 a favor de La Roja. Pero hay un amplio sector de aficionados al fútbol, sobre todo los veteranos, a los que no les gusta el Vídeo Arbitraje. El fútbol lleva más de un siglo teniendo como uno de sus componentes el error: de los futbolistas, de los entrenadores, de los árbitros. El fallo, sea de quien sea, es un elemento más del juego aceptado por todos. Los aficionados recuerdan grandes partidos, goles decisivos o maravillosos, y, en el mismo ámbito, con el paso del tiempo, quedan los errores -nunca se sabrá el grado de intención- de los árbitros. El penalti que señaló Guruceta a favor del Real Madrid en el Nou Camp. El terrible arbitraje de Babacan en Glasgow en las semifinales de la Copa de Europa de 1974, un Miércoles Santo, que dejó al Atlético de Madrid con ocho jugadores frente al entonces potentísimo Celtic. O al nefasto Al Gandour, que echó a España del Mundial de Corea de 2002.
El fútbol tiene un lenguaje universal que ha dado excelentes resultados por su simplicidad. El Vídeo Arbitraje está lleno de incógnitas y lleva dentro de sí el error. Deja las jugadas a criterio del árbitro, que es quien decide si consulta o no al VAR. En París, el alemán Felix Zwayer señaló un penalti a Deulofeu, que era sumamente dudoso. Habría que preguntarse el motivo por el cual un árbitro determina consultar al VAR una jugada y no otra. Y lo más preocupante: qué ocurrirá, por ejemplo, si el realizador del VAR graba un fuera de juego del Real Madrid, y no graba un fuera de juego del Barcelona en un Clásico.
El VAR plantea dudas y cierta desconfianza. Porque a los aficionados veteranos, a los de toda la vida, les gusta el fútbol tradicional, el enfado permanente con el árbitro, y el bar, pero el bar de los churros, el bar de ir a ver el partido por televisión en pantalla gigante con los amigos, y ‘El Bar’, la excelente película recién estrenada de Álex de la Iglesia, con una inconmensurable Carmen Machi como protagonista.
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