La escritura perpetua

Buen teatro

El teatro vive tiempos de optimismo. Las salas se llenan. Y el momento creativo es espectacular. Hay un nivel altísimo, desconocido durante las últimas décadas

El teatro vive tiempos de optimismo. Las salas se llenan. Y el momento creativo es espectacular. Hay un nivel altísimo, desconocido durante las últimas décadas, tanto en dramaturgos, como directores y, sobre todo, en los intérpretes. Hace años elegir una obra suponía un riesgo. La experiencia podía resultar vacía o, en ocasiones, decididamente aburrida. Esa circunstancia no se produce ahora -salvo en algún caso aislado-. El nivel de la cartelera madrileña es muy elevado. La duda para el espectador estriba en elegir el mejor espectáculo entre una oferta brillante. El teatro contribuye al diálogo social y, sobre todo, al personal, al individual, el que establece el espectador consigo mismo, porque nace de un acuerdo mutuo: el de los actores, que están dispuestos a engañar a la platea, y el del público, que ha aceptado dejarse engañar durante el tiempo que dure la representación. Borges dijo que el teatro es un lugar en el que una persona finge ser otra, y otras fingen creerlo. Sobre la función del teatro nunca se ha llegado a un acuerdo. El director Simon Stone sostenía recientemente que “el teatro es una importante herramienta política”. Mientras, en este debate viejo –como el propio teatro-, Borja Ortiz de Gondra, un experto dramaturgo, sostiene que “la ficción no puede cambiar la sociedad”. Tal vez, en este debate, las aportaciones de Juan Mayorga resulten decisivas. Afirma Mayorga que la razón última del teatro es la de convocar a la asamblea para, en asamblea, representar posibilidades de la existencia humana. En ese contexto, añade, el teatro es inmediatamente filosofía.

El teatro es inmune al paso del tiempo y a los cambios de  todo tipo por su condición de irrepetible. La representación de una misma obra se parece de un día a otro, pero siempre es distinta. El teatro tampoco ha sufrido la invasión de Internet por su condición de ceremonia que transcurre sobre un escenario con personas que cada día se transforman en otras. Personas que se convierten en personajes que, en algún caso, han cumplido ya cientos de años, pero no han envejecido. Medea lleva siglos y siglos exclamando que “no hay mayor dolor que el amor”, pero ahora, de manera mágica, tiene el rostro de Aitana Sánchez Gijón. Tal vez la primera función teatral se produjo de manera espontánea cuando un hombre en la Antigüedad contó una historia a otro.

El teatro es una experiencia inigualable.

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