La escritura perpetua

Aquellos cines

El cine Palafox de Madrid, inaugurado en 1962, va a cerrar a finales de febrero para que lo sometan a una amplia remodelación que cambiará su fisonomía

El cine Palafox de Madrid, inaugurado en 1962, va a cerrar a finales de febrero para que lo sometan a una amplia remodelación, con nuevo propietario, que cambiará radicalmente su fisonomía, aunque seguirá siendo sala cinematográfica. El Palafox era el único cine que quedaba en Madrid con el aroma aún dentro de las gotitas de Chanel con las que dicen que dormía Marilyn Monroe como única indumentaria. Tenía un lujo decadente, unas bombillas nostálgicas, una vejez solemne. El patio de butacas era muy amplio y conservaba algo de esa remota elegancia de cuando era “cine de estreno”, ese lujo de sábado de primeros de mes con la nómina reciente de la gente de los barrios, que acudía a los cines de la Gran Vía o de la zona de la Glorieta de Bilbao, “del centro”, como se decía, mucho más caros, a ver una película recién llegada de Hollywood, o lo último de Paco Martínez Soria junto a una Florinda Chico aún joven y siempre algo “ordinariona”, actriz popular, en esa ciudad, Madrid, de la que pocos años antes Ramón Gómez de la Serna había escrito: “Madrid es meterse las manos en los bolsillos como nadie en el mundo”.

El Palafox iniciaba la sesión con una proyección de anuncios y un ‘tráiler’ de la película que “próximamente” se daría en la sala, y las luces se encendían antes del inicio de la película para que el público fuera al bar, “visite nuestro bar”, o un vendedor con un traje de una suntuosidad desgastada, como de noble destronado del Palacio de Blancanieves, entraba por la puerta al grito de “hay pipas, caramelos, chicles”. El Palafox era costumbrismo porque aquel Madrid era costumbrista: en la vida, en los modos, en las costumbres. Lo escribió Francisco Umbral en un artículo de principios de los 70: “Madrid sigue siendo capital sedente que echa varias horas delante de una taza de café y una copita de anís”.

El Palafox cierra como tantos cines han cerrado a lo largo de los años en todas las ciudades de España. En Huelva siempre quedará la nostalgia del cine Emperador -“sea joven, vuelva al cine”-… Y otros los han derribado directamente, como el teatro Cervantes de Jaén, que era una maravilla arquitectónica de estilo Sabatini. Los derribaron sin pensar que bajo sus escombros Gary Cooper quedaba sepultado para siempre.

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