La escritura perpetua

Nieva, teatro total

En la mayoría de sus obras ha unido la estética de las vanguardias europeas que él vivió en París en primera persona -sobretodo a través de Ionesco-, con la tradición de los autores clásicos españoles

Francisco Nieva (Valdepeñas, 1924) tenía en los años 70 un estudio en la avenida del Mediterráneo de Madrid decorado de manera barroca, con grandes muñecos, al estilo de sus escenografías teatrales, y allí ofrecía entrevistas a los periodistas y recibía a amigos, a los que contaba que en su juventud llegó a Francia con dinero para vivir allí una larga temporada pero se lo gastó todo en pocos días porque alquiló un inmenso castillo en el que saboreó cada minuto, o se refería a su amistad con el poeta Carlos Edmundo de Ory, o defendía abiertamente las vanguardias en el teatro, el arte o la literatura. Francisco Nieva es un dramaturgo colosal. En la mayoría de sus obras ha unido la estética de las vanguardias europeas que él vivió en París en primera persona -sobretodo a través de Ionesco-, con la tradición de los autores clásicos españoles, y con su admiración por el Barroco, que lo ha llevado a construir unos diálogos de una riqueza léxica excepcional. ‘Salvator Rosa o el artista’, que Francisco Nieva escribió en 1988 y se representa ahora en el teatro María Guerrero de Madrid, trata sobre la revolución de Nápoles de 1640, cuando el pueblo se levantó contra el Virrey de España, Duque de Arcos, porque aplicó un impuesto sobre la fruta que disparó los precios. Pero aquel hecho histórico sirve como excusa a Francisco Nieva para realizar una defensa radical y hermosísima de las vanguardias frente al realismo a través del pulso que mantienen sobre el escenario Salvator Rosa, impulsor del arte rompedor, y el maestro Ribera, que defiende el realismo predominante en una España negra y cejijunta. “A todas horas siento la originalidad dentro de mi”, exclama un Salvator Rosa mujeriego, enamoradizo, creativo, pícaro, permanentemente pobre, frente a ese Ribera -ataviado de negro y no por casualidad-  que grita: “En España se hace realismo”. Salvator Rosa exclamará: “El realismo es una grosería”. La obra refleja también el trágico destino de los héroes de las revoluciones, que finalmente son devorados o mueren por la causa que defendieron. Masanielo, un pescador cualquiera de la Plaza del Mercado de Nápoles, se hace con el poder sobre la masa que, al final, lo mata. Y en la obra está, además, la defensa de la sexualidad libre, los juegos con el absurdo y con la fealdad -que Nieva transforma en hermosura-, y más que nada, la palabra, esos malabarismos con el lenguaje que convierten cualquier obra de Francisco Nieva en un acontecimiento estético irrepetible. El espectáculo llena de satisfacción a los espectadores, es un aguafuerte de teatro/teatro, pero deja la melancolía de las muchas obras de Francisco Nieva que están todavía por estrenar. Porque Francisco Nieva es el artista total.

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